LOS SIETE MAGNÍFICOS (ANTOINE FUQUA, 2016)



Los siete magníficos tiene la gran ventaja de ser el único western que veremos este año en las salas de cine. La película original de John Sturges, en 1960, tuvo que competir con El sargento negro de John Ford, El Alamo de John Wayne y Los que no perdonan de John Huston, entre otras. Quizás, por eso, lo más apreciable de esta nueva versión es que contiene los elementos más reconocibles de "una del oeste". Aquí están los pistoleros, el sheriff cobarde, los granjeros indefensos, los indios, los grandes paisajes y varios duelos en los que sobrevive el más rápido en desenfundar. La película de Antoine Fuqua -que ya trabajó con Denzel Washington y Ethan Hawke en Training Day (2001)- recupera el western más clásico -y desfasado- de villanos muy malos, héroes capaces de grandes hazañas y cowboys guapos de dientes perfectos. Aquí no encontramos la gravedad de Clint Eastwood en Sin perdón (1992), ni la mirada personal de un autor como Quentin Tarantino en Los odiosos ocho (2015). Fuqua echa polvo sobre las botas de sus cowboys y empapa de sudor los rostros de sus actores, pero estamos ante un western espectacular y muy limpio, de balazos sin sangre. Eso a pesar de que los guionistas -Richard Wenk y Nic Pizzolatto de True Detective- enturbian el pasado de los siete (anti)héroes y se guardan bajo la manga una venganza de spaghetti western. Aún así, este remake es casi tan inocente como la versión de 1960 y como la fanfarria del tema musical principal, cuyos ecos se escuchan modernizados en la banda sonora de James Horner y Simon Franglen. Tema famoso, por cierto, por haber sido utilizado en los anuncios de Marlboro: paradójicamente, Yul Brynner, murió de cáncer de pulmón. Estos nuevos Siete Magníficos intentan actualizarse, cambiando precisamente al cowboy de negro que fue Brynner por Denzel Washington. Tenemos también a una mujer guapa (Haley Bennett) que no es víctima sino de armas tomar. El malo ya no es un bandido mexicano, sino un ambicioso empresario interpretado por un estupendo Peter Sarsgaard. Hay además un asiático, Billy Rocks (Byung-Hun Lee), que debe ser un guiño al verdadero film original detrás de todo esto: Los siete samuráis (1954). La película de Akira Kurosawa es una obra maestra y el mayor valor de estos olvidables siete magníficos sería que algún espectador la descubriera, picado por una sana curiosidad cinéfila. El argumento básico en el que un grupo de héroes marginados defiende a un pueblo oprimido ha ido mutando de aquellos samuráis a estos vaqueros -la película de 1960 contó con varias secuelas y Brynner recreó a su personaje, robotizado, en Almas de metal (Michael Chrichton, 1973)- ha conquistado las estrellas -Los siete magníficos del espacio (1980)- sin olvidar al televisivo Equipo A (1983-1987) -bautizados en Latinoamérica como Los Magníficos- y hasta metamorfoseados en la simpática Bichos (1998) de Pixar. Volviendo al remake que nos ocupa, estos nuevos siete, multirraciales, se completan con un indio americano -interpretado por Martin Sensmeier con aires de mohicano- bautizado con un nombre muy interesante: Cosecha Roja. Es también el título de una novela policíaca escrita por Dashiell Hammett que inspiró a Kurosawa para hacer otra película de samuráis, Yojimbo (1961), film que sería plagiado por Sergio Leone para inaugurar el spaghetti western con Por un puñado de dólares (1964).

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