CUSTODIA REPARTIDA -Y NO FUERON FELICES
SORDA -DOS MUNDOS
Sorda (2025), dirigida por Eva Libertad, es una película única. La ópera primera de esta directora murciana desarrolla la propuesta de su cortometraje del mismo título, realizado en 2021, en el que se nos presentaba a Ángela, una mujer sorda con una pareja oyente, que se plantea tener un hijo. Sus dudas y miedos se plasman ahora en el largometraje ganador de un premio en el Festival de Berlín y gran triunfador en Málaga. La protagonista es una estupenda Miriam Garlo -hermana de la directora- de presencia magnética en la pantalla y con una capacidad tremenda para expresar sentimientos y para contar esta historia con su rostro, con su gestualidad. Su personaje se enfrenta a las particularidades que supone la maternidad para una mujer sorda y en la película nos muestran cómo es su vida: su pareja, Héctor (Álvaro Cervantes), sus padres -Elena Irureta y Joaquín Notario-, sus compañeros de trabajo, sus amigos, los padres con los que coincide en la escuela infantil. Con un estilo naturalista, Sorda describe con precisión el silencioso mundo de Ángela, un mundo dentro de otro, el de los oyentes, lo que provoca su aislamiento y una tremenda sensación de soledad que multiplica sus inseguridades. El tema de la maternidad se presenta entonces desde una perspectiva completamente diferente a nada que hayamos visto: ¿Cómo es dar a luz para una mujer sorda? ¿Qué siente una madre que no puede oír el llanto de su bebé cuando tiene hambre?. Eva Libertad nos cuenta todo esto de forma rigurosa, sin sentimentalismos y sin forzar momentos dramáticos, desde lo cotidiano. Poco a poco, la historia y los personajes se van desarrollando, pero, desde el principio, la mirada humanista de la directora consigue que esta historia sea emocionante. La pareja que forman Ángela y Héctor engancha y consigue meternos dentro de un mundo desconocido para la mayoría. Pero hay algo más. La temática de Sorda marca también cómo está construida la película. Mencionemos el montaje de las escenas de diálogo entre personajes que signan. Y mencionemos también el uso de los subtítulos durante toda la cinta. ¿Habéis pensado alguna vez que una persona sorda en España no puede ver cine español en una pantalla grande?. Ver esta película en el cine, con personas signando en las butacas, que por primera vez se ven reflejadas en la pantalla, es una emoción añadida a la experiencia. Sorda es un sólido drama que habla de temas universales desde una perspectiva particular que se eleva todavía más artísticamente cuando la directora decide meternos de lleno en la experiencia de Ángela, en un tramo final arriesgado, casi experimental, que provoca una emoción profunda.
UNA BALLENA -MISTERIOSA MUJER
Una ballena (2025), dirigida por Pablo Hernando, es un film extraño, una mezcla imposible de estilizada película sobre el mundo criminal y la fantasía lovecraftiana. Quizás, por eso, el primer plano de la cinta, la silueta recortada de la protagonista, Ingrid (Ingrid García-Jonsson), contra un fondo que nos muestra el puerto de una ciudad portuaria indeterminada, recuerda a un cuadro del pintor surrealista René Magritte, porque Hernando crea un universo, parecido al nuestro, pero en el que los sueños se mezclan con lo real. Ingrid es una eficiente y hierática asesina a sueldo que se mueve en un submundo de contrabandistas que luchan por mantener su negocio clandestino. Así aparece Melville, un veterano contrabandista en el ocaso de su vida, al que da vida un estupendo Ramón Barea, capaz de inyectar humanidad y realidad en el estilizado universo azul creado por Hernando. Melville es el motor de dos tramas en la película: la venta de una valiosa y misteriosa mercancia a un millonario; y su rivalidad con un empresario que pretende hacerse con el control del puerto y eliminarle del negocio. Paralelamente, Ingrid cumple con sus asesinatos asignados y vive algo parecido a una historia de amor con Jonás (Kepa Errasti). Y es en el desarrollo dramático en lo que quizás falla esta película, que avanza argumentalmente de forma accidentada, con una narrativa paralizada debido a una planificación de encuadres simétricos, como viñetas de cómic, como escenas de un videojuego. Herrando crea una atmósfera fantastique que recuerda a Under the Skin (2013) de Jonathan Glazer, en la que existen extrañas criaturas de las profundidades marinas, y si el título de la película y el nombre del personaje de Barea, remiten, claro, al clásico Moby Dick, y a su autor Herman Melville, hay que hablar también del director Jean-Pierre Melville, cuyo asesino a sueldo interpretado por Alain Delon en El silencio de un hombre (1967) puede haber servido perfectamente de modelo para Ingrid. Una ballena es una película extraña, esquiva, que gana enteros según avanza el metraje y cuyas poderosas imágenes pueden acabar generando culto.
LA FURIA -ALEX Y LOS LOBOS
La Furia (2025) arranca con la violación de su protagonista, Alex (Ángela Cervantes), agredida sexualmente sin aviso, en la oscuridad, en una escena durísima, precisamente, porque no nos enseña nada más que los sonidos del horror. A partir de ese instante trágico, la cámara no se despegará de la protagonista, que tendrá que lidiar con el dolor, la vergüenza y la culpa de lo que le ha pasado. La energía de Ángela Cervantes desborda la pantalla en una interpretación visceral, de una fuerza primitiva, que puede ser una de las interpretaciones del año. La acompaña un estupendo Àlex Monner, que da vida al hermano de Alex, Adrián, cuyo personaje parece siempre en tensión, siempre al borde de la explosión. Adrián, más que apoyar a la víctima que es su hermana, reaccionará también furioso, como si hubiese sido atacado él mismo, enardecido, quizás por el vínculo de la sangre. Estos hermanos podrían ser, por cierto, los mismos personajes de Jauría (2018), el primer cortometraje dirigido por Gemma Blasco, que da un paso adelante con este su segundo largometraje, inspirado en su propia experiencia personal. Blasco arriesga con un film que se va transformando en su desarrollo: del drama realista y social, a la revenge movie pasando por el metacine que propone el teatro clásico como espejo vigente de la realidad: el poder mítico de las heroínas griegas Antígona, Electra y Medea se apoderará de Alex en la que puede ser la mejor escena de la película -el teatro era el tema principal de la ópera prima de Blasco, El Zoo (2018)-. En La Furia la violación, más que un problema social, es una tragedia que transforma profundamente a su protagonista. Un elemento trangresor que despierta en Alex a un animal salvaje y furioso, capaz de desollar a un jabalí, disparar un rifle, o preguntarse por primera vez por qué su madre no se ha vengado nunca de su padre. Alex encontrará a una mentora en una directora teatral a la que da vida Ana Torrent, actriz que conecta La Furia con Cría cuervos (1976) y en general con el cine de Carlos Saura, el autor de Bodas de sangre (1981) Flamenco (1995) y, sobre todo, La caza (1966). Como Saura, Blasco trasciende la realidad de su propio relato y juega con los tiempos narrativos, con lo real y lo imaginado, con los recuerdos y los sueños, con el deseo y la frustración de la víctima que se quedó callada. ¿Qué es real y qué es imaginación?. No importa demasiado, porque todo es cine. Y es necesario citar también la sombra de la francesa Julia Ducornau, porque aquí vemos la sangre roja y las vísceras de Crudo (2016) y el atrevimiento formal y temático de Titane (2021).
MISERICORDIA -REGRESO AL HOGAR
LA CHICA DE LA AGUJA -EL MUNDO ES UN LUGAR HORRIBLE
Siempre he pensado que el cine, esencialmente, es cine Fantástico. Un genio como Ingmar Bergman, interesado sobre todo en los problemas existenciales, la culpa y la fe, o los conflictos de pareja, incursionó de lleno en el género de terror con una película como La hora del lobo (1968), pero en su obra anterior y posterior también se cruza en ocasiones esa frontera entre el realismo y la fantasía, si es que existe. La chica de la aguja (2025) del director sueco-polaco Magnus von Horn, narra hechos inspirados en lo real, pero lo hace con las herramientas del cine de terror. El film escrito por el propio Horn y Line Langebek Knudsen es un relato asfixiante escenificado en Dinamarca, justo después de la Primera Guerra Mundial, y nos muestra la miseria de los desamparados. Alguno podría decir que se regodea en ella. Pero esta descripción de la pobreza no da lugar a una obra de realismo social sino que está plasmada en la pantalla de forma estilizada, en un blanco y negro que nos remite a las sombras marcadas del expresionismo alemán -el director de fotografía polaco Michal Dylek hace un trabajo espectacular-, convierte esta historia basada en hechos reales en un oscuro cuento. La trama está protagonizada por una mujer en tiempos machistas, una heroína melodramática que no hará más que sufrir durante todo el metraje. Karoline (Vic Carmen Sonne) se irá enfrentando a desgracias varias: el abandono de su marido, un embarazo no deseado, la precariedad laboral, las deudas permanentes y la amenaza constante del desahucio. Frente a Karoline, otra mujer, Dagmar (Trine Dyrholm), que describe el mundo como 'un lugar horrible' y aparece retratada como si fuera una bruja, la de los cuentos de hadas. El escenario que dibuja La chica de la aguja puede estar situado en el siglo XX, pero la pobreza y la ignorancia parecen más propios de la Edad Media azotada por la peste que nos mostró Murnau en Fausto (1926), o a la primitiva e intolerante Austria del siglo XVIII que nos muestra la reciente El baño del diablo (2024). El de la película es un mundo de partos no deseados y abortos clandestinos, niños abandonados, fábricas de trabajadores esclavizados, y ferias ambulantes en las que se muestran fenómenos de feria. Un mundo cruel que nos enseña que la desigualdad y la pobreza llevan a deshumanizar todos los aspectos de la vida y en el que lo único que importa es sobrevivir, aunque sea a fuerza de morfina, éter o queroseno. No hay verdaderos villanos en esta historia: aunque todos los personajes hacen cosas terribles, el verdadero culpable es el sistema. La chica de la aguja, nominada al Óscar a la mejor película internacional, es una obra divisiva, pero también una de las mejores del año.
ADOLESCENCIA -EL MISTERIO DE UN HIJO
LA VIDA BREVE -LAS MISERIAS DE LA REALEZA
MORLAIX -AMOR Y MUERTE
Hay una paz, un reposo, en Morlaix (2025) que no es precisamente habitual en el cine actual. Justamente, no es un director convencional Jaime Rosales, que en su libro El lápiz y la cámara (2017) asegura que un cineasta tiene dos opciones, convertirse en un colaborador de las ideas del poder dominante o resistir y crear una estética diferente. En su primera película francesa, Rosales mantiene al espectador en un desequilibrio constante jugando con los formatos de pantalla, con el color y el blanco y negro, con los ralentizados, la repetición de secuencias, los saltos temporales que abarcan décadas y, por último, con el cine dentro del cine. La historia que se cuenta no puede ser más sencilla: en la ciudad francesa del título, en Bretaña, un grupo de adolescentes vive una historia de amor. Gwen (Aminthe Audiard) y su hermano pequeño acaban de sufrir la muerte de su madre, lo que, en cierto modo, les roba la inocencia. A este hecho trágico se suma la llegada de un nuevo alumno al instituto, Jean-Luc (Samuel Kircher), un chaval misterioso y romántico que pondrá patas arriba la vida de Gwen y de su novio Thomas, formando un triángulo amoroso de romanticismo arrebatado. Todo esto ocurre en los hermosos pero tristes paisajes de la bretaña francesa, en un tono nostálgico porque el relato está contado desde la tranquilidad de los hechos pasados, con el conocimiento de que la vida sigue. El amor y la muerte marcan las preocupaciones de la película y de los personajes, pero estos conceptos extremos están tratados sin tremendismo y con la distancia que imprimen los experimentos formales del autor. Y en esta película francesa de Jaime Rosales no puedo evitar ver la misma peluca morena que llevaba Anna Karina en Vivir su vida (1962) de Jean-Luc Godard, ni un reflejo de las lágrimas de aquella actriz cuando lloraba ante una pantalla de cine, en una de las imágenes más bellas jamás filmadas. Hay algo de rohmeriano en los juegos amorosos de los jóvenes protagonistas, y algo de Bresson en sus disertaciones sobre la vida, la muerte, el amor y la fe católica. ¿No son los triángulos amorosos un tema recurrente en la Nouvelle Vague? Gwen, Jean-Luc y Thomas recream el famoso baile de Banda aparte (1964) y su historia de amor a tres recuerda también a la que vivieron antes Jules y Jim (1962) persiguiendo a la inalcanzable Jeanne Moreau.
EL BAÑO DEL DIABLO -SALUD MENTAL
GRAND TOUR -REALIDAD Y FICCIÓN
A COMPLETE UNKNOWN -CANTANTE MUTANTE
¿Quién es Bob Dylan? En A Complete Unknown (2024), el director y coguionista James Mangold nos propone a un personaje en constante transformación, de personalidad líquida, que pasa de ser un chaval tímido que aparece de la nada para conocer a su ídolo Woody Guthrie (Scoot McNairy), a convertirse en el elegido para llevar la música folk a todo el mundo; o un rebelde sin causa cuya principal arma de destrucción de las ilusiones puestas en él es una guitarra eléctrica. La película está dirigida con mano firme por un director clasicista como Mangold, cuya gran virtud es darle todo el espacio posible a las canciones de Dylan que acaban contando la historia. Y en ella, el mítico cantante es un tipo escondido detrás de unas gafas oscuras, interpretado por un estupendo Timothée Chalamet, que se va transformando delante de nuestros ojos. Recordemos que Todd Haynes necesitó a varios actores -y una actriz- en I´m Not There (2007) para abarcar el inabarcable retrato de Dylan. Y las constantes transformaciones sirven, en realidad, al aparente significado de esta película, en la que Dylan es un personaje que intenta escapar de los roles -artista, genio, salvador, novio- que le imponen desde el exterior y sucesivamente los personajes que se van cruzando en su camino, como el benigno pero mefistofélico Pete Seeger -estupendo Edward Norton-; la inocente y terrenal artista Sylvie Russo (Elle Fanning) o la magnética Joan Báez -una irresistible Monica Barbaro-. A Complete Unknown arranca con los orígenes de Dylan y tiene su clímax en la famosa 'controversia eléctrica' de 1965 -un período reflejado ya por Martin Scorsese en el documental No Direction Home (2005)-. El momento histórico de Estados Unidos que se refleja es ese instante de idealismo, optimismo y revolución que acaba con el asesinato de JFK, con el fin de la inocencia, y tras el cual vendrían Vietnam, Nixon y hasta Reagan. La película de Mangold dialoga de alguna manera con otra obra de Mangold, En la cuerda floja (2005), gracias a la presencia de Johnny Cash (Boyd Holbrook) que aquí juega también su papel en inyecta en Dylan la rebeldía propia del rock & roll. Pero quizás el diálogo más interesante de A Complete Unknown sea con dos películas contemporáneas. Por un lado, es interesante comparar la figura paterna de Seeger (Norton) con el maquiavélico abogado Roy Cohn (Jeremy Strong) en The Apprentice (2024), en la que seguimos la evolución de Donald Trump. Pero más interesante todavía es comparar al personaje de Dylan con el de otro héroe encarnado por Chalamet, nada menos que el Paul Atreides de Dune: Parte 2 (2024) que también se convierte en la encarnación de lo que un grupo de personas, un pueblo, espera. Si en la segunda parte de Dune el héroe se transformaba en un tirano posiblemente corrompido por el poder, aquí, un cantante folk, que ha conseguido conectar con el espíritu de su tiempo con una canción -The Times They Are A-Chaging- decide dinamitar su propia ascensión al poder, cabrear a todo el mundo, y dejar que cada uno se busque la vida como pueda. El personaje de Dylan no es, en absoluto, simpático en esta película, pero quizás su forma de encarar el éxito sea la más noble posible. Un recorrido, por cierto, que trae a la memoria el del protagonista de otra película reciente, Arthur Fleck, que entre Joker (2019) y Joker: Folie à Deux (2024) también renuncia a convertirse en el mesías que todos esperan. Arthur Fleck, por cierto, interpretado por Joaquin Phoenix, que fue antes Johnny Cash.
TARDES DE SOLEDAD -A VIDA O MUERTE
Ni taurina ni antitaurina, puede parecer un chiste, pero así es Tardes de soledad (2025) de Albert Serra, la ganadora de la Concha de Oro del Festival de San Sebastián. No es que el director catalán peque de equidistante, ni de tibio, sino que Serra ha hecho una película honesta -su primer largometraje documental, aunque no sé si se pueden aplicar estas categorías a su cine- que no hace ninguna concesión, ni entiende de bandos enfrentados. Serra es un artista que hace películas y en la lidia de Andrés Roca Rey a varios toros sobre la arena encuentra la materia prima para una obra espléndida, plásticamente subyugante, que se apoya en la tensión de la fina línea que separa la vida de la muerte. Una corrida tras otra, la cámara nos mete dentro de la plaza, muy cerca del torero, más cerca todavía del toro. El encuadre aisla a Roca Rey y nos lo muestra en cada lance jugándose la vida. La mirada perdida porque la concentración es máxima. Fuera de campo, los comentarios de su cuadrilla, los gritos del público en la plaza. Serra nos enseña una corrida de toros tal cual es: la respiración fuerte del animal herido y el resoplido del propio torero; la sangre que baña el lomo y que mancha el traje de luces, que salpica el rostro. El taurino encontrará en estas imágenes valor y épica; el animalista buscará razones para la denuncia. Es cuestión de perspectiva. Albert Serra nos pide encontrar la belleza en el horror, en la violencia. La reflexión surge de ver en la pantalla una corrida tras otra, una repetición como una serie de cuadros de un pintor que también nos desvela lo que se juega el torero cada tarde, de su conciencia de la existencia. Como Sísifio, vencer a la bestia solo significa tener que volver a empezar la tarde siguiente, en un ciclo sin fin que es el de la naturaleza misma. Entre corrida y corrida, se nos muestra el viaje en autocar de Roca Rey con su cuadrilla. Ojalá alguien que nos quiera y nos hable como la cuadrilla a Roca Rey. No están ahí para recordarle al emperador que es humano, sino todo lo contrario, le cantan sus hazañas, le aseguran que es el mejor de todos los tiempos. Serra nos muestra siempre a Roca Rey como torero, nunca rebaja la tensión enseñándonos momentos cotidianos. Es un director exigente con el público. Pero sí nos permite ser testigos de la ceremonia en la que se despoja de sus ropas mundanas para embutirse en el traje de luces, un ritual íntimo, que se acerca a lo patético, tras el que un chaval de 28 años se transforma en un héroe capaz de enfrentarse a la muerte corrida tras corrida. La gran virtud del film es que Serra reducir su anécdota a una situación clímax, despojándola de cualquier adorno, evitando explicaciones y palabrerías. El torero delante del toro. No hay más.
BANDA SONORA PARA UN GOLPE DE ESTADO -LA HISTORIA DENTRO DE LA HISTORIA
NICKEL BOYS -PUNTO DE VISTA
BLACK BOX DIARIES -RETRATO DE UNA VIOLACIÓN
AÚN ESTOY AQUÍ -MEMORIA HISTÓRICA
La vida sigue por encima de cualquier tragedia, parece decirnos la espléndida Aún estoy aquí (2025), un drama que reivindica la memoria histórica y la reparación de los desmanes del poder. Y lo hace a través de algo tan cercano como una familia, en este caso, real, cuya historia atraviesa varias décadas desde 1971 hasta 2017 reflejando también la historia de Brasil. El padre de esta familia es Rubens Paiva (Selton Mello), un ingeniero retirado de la política que sigue luchando por sus ideales en plena dictadura militar, lo que lo acaba covirtiendo en represaliado. La gran protagonista del film es su mujer, Eunice Paiva, a la que interpreta una magnífica Fernanda Torres cuya presencia y fuerza emocional es la película. El director Walter Salles nos presenta a esta familia y su casa, a poco metros de la playa, y nos dibuja toda una época a través de canciones de pop rock británico, bossa nova, carteles de películas de Jean-Luc Godard, partidas de backgammon, coches enormes, y demasiados cigarrillos fumados. Lo que Salles hace de forma perfecta es crear un retrato impresionista de un momento histórico de su país y también de un estado de ánimo, un paraíso que será irremediablemente perdido cuando se pongan en funcionamiento los terribles resortes del poder fascista. Es entonces cuando esta magnífica película desciende a los infiernos de la represión, la tortura y el asesinato político, mientras una mujer valiente lucha por mantener a flote a su familia y tirar para adelante con sus cinco hijos. Aún estoy aquí es la historia de una resistencia contra el poder corrupto, y un manual de cómo no rendirse y de cómo una sonrisa al objetivo de una cámara puede mandar el mensaje de que la vida sigue, las dictaduras caen, pero los ideales no, aunque se transmuten hacia otras causas, como la defensa de los pueblos indígenas. Estamos ante una película hermosa y emocionante, convencional -es un producto perfecto para el Óscar- pero profunda y sensible, que además permite a Salles cerrar el círculo abierto con Estación central de Brasil (1998) gracias a la emocionante participación de Fernanda Montenegro.
THE APPRENTICE -FAUSTO
Utilicemos el manido símil del accidente de tráfico para describir la figura de Donald Trump: algo terrible que, sin embargo, no puedes dejar de mirar. Partiendo de esta idea se puede cuestionar la necesidad de llevar su historia convertida en una ficción a la gran pantalla. La intención de The Apprentice (2024) es, claramente, la denuncia. Pero ¿No es evidente quién es Trump? Nunca ha ocultado su verdadera cara y cada día aparece en las noticias de todo el mundo con una nueva declaración aberrante -en el momento de escribir estas líneas acaba de prohibir las pajitas de papel para volver a las de plástico-. Sus seguidores seguirán siéndolo pase lo que pase, está demostrado, y es difícil que sus detractores cambien de opinión. La ficción que escribe Gabriel Sherman como guionista y que dirige Ali Abbasi nos muestra a Donald Trump -estupendo Sebastian Stan, al borde de la imitación- como un tipo simple que alcanza el sueño americano al transformarse en un sujeto sin escrúpulos. Igual de ignorante, pero con una desbordante confianza en sí mismo que, incomprensiblemente, le permite salirse (casi) siempre con la suya. La clave de esta transformación es un oscuro personaje, el abogado corrupto Roy Cohn, al que da vida un hipnótico Jeremy Strong. Este estupendo actor es el que conecta The Apprentice con la serie Succession (2018), estupenda comedia de la vergüenza ajena sobre la clase privilegiada de Estados Unidos, retratada como unos 'hijos de papá' de escasa inteligencia y peor catadura moral, cuya máxima ambición es hacerse con los 'juguetes' heredados de sus padres. Algo de eso hay en el Donald Trump que vemos en The Apprentice, en la que lo realmente interesante es la figura mefistofélica del mencionado abogado Roy Cohn. La película nos introduce en los ambientes en los que se mueven los hilos del poder, y nos presenta personajes que se comportan como los dueños del mundo y que están dispuestos a todo para enriquecerse y ganar influencia, todo bajo la ridícula excusa de un supuesto patriotismo que pretende salvar su país de una decadencia que no es más que el progreso. La hipocresía está en la defensa de unos valores conservadores por unos personajes entregados a los placeres mundanos, al alcohol y las drogas, al sexo con prostitutas, o a una homosexualidad que niegan en público. Pero si Fausto acaba recuperando su alma a cambio de un sacrificio por amor, aquí el que sucumbe es el propio diablo, Roy Cohn, consumido en este caso por una epidemia que muchos vieron como un castigo divino. El posible problema de The Apprentice es que, inevitablemente, como espectadores, acabamos empatizando con los protagonistas de cualquier ficción, desde Taxi Driver (1976) pasando por Los Soprano (1999-2007) y hasta Breaking Bad (2008-2013), por inmorales que sean. Aquí, no deja de ser curioso que podamos llegar a desear el triunfo de Trump, como cuando en Psicosis (1960) Alfred Hitchcock nos obligaba a temer que Norman Bates fuese descubierto. Y, desde luego, sentimos pena por el destino de Roy Cohn, a pesar de que antes le hayamos visto comportarse como un corrupto. Un efecto perverso que puede incomodar, claro, a esos sujetos sensatos que se horrorizan ante los desmanes de los individuos retratados en la película. Pero, quizás, dejar de ver a estos tipos como villanos de tebeo, nos hace también más humanos.
BRIDGET JONES: LOCA POR ÉL -NUEVAS PÁGINAS PARA EL DIARIO
Es fácil mirar por encima del hombro una película como Bridget Jones: Loca por él (2025) siendo la cuarta entrega de una saga con más éxito en taquilla que prestigio. Pero esta nueva aventura de la patosa productora de televisión interpretada por Renée Zellweger debería ser tomada como ejemplo a seguir para realizar cualquier secuela/remake/reboot de una franquicia del pasado. Dirigida por Michael Morris -director teatral que ya firmó un drama con protagonista femenina, To Leslie (2022) de forma solvente- estamos ante una nueva adaptación de una novela de Helen Fielding, que desarrolla el personaje creado en El diario de Bridget Jones (2001) de forma lógica y coherente: la solterona se ha convertido en madre de dos niños y acaba de sufrir una pérdida importante en su vida que la devuelve al terreno amoroso, con todos los problemas que ello conlleva para una mujer de su edad, y de su conocida torpeza social. El guión nos muestra a una mujer que debe lidiar con la educación de sus hijos, con volver al trabajo tras algunos años de paréntesis, con reconectar con amigos y familiares, y con la idea de volver a enamorarse. Son todos estos conflictos, cercanos y reconocibles, bien aprovechados para desarrollar situaciones cómicas y, también, emotivas. Lo que hace bien Bridget Jones: Loca por él es desarrollar una trama con nuevas situaciones manteniendo la esencia del personaje, que ha evolucionado de forma creíble sin perder su gracia. Las situaciones cómicas y los enredos funcionan a pesar de ser muy convencionales, así como las situaciones melodramáticas, que apelan de forma sencilla a sentimientos, en definitiva, humanos. Pero lo más destacable es cómo la película se toma su tiempo para desarrollar la historia y permitir que cada personaje del amplio reparto tenga sus momentos de lucimiento. Se trata de secundarios que gozan del cariño de los fans de la saga y ayuda mucho, claro, que en el elenco encontremos a estrellas británicas de la interpretación como los habituales Colin Firth, Hugh Grant, Jim Broadbent y la maravillosa Emma Thompson, pero también con estupendas incorporaciones como Leo Woodall y Chiwetel Ejiofor -importado de Love Actually (2003)-. Como toda franquicia del cine comercial, Bridget Jones: Loca por él debe balancear las situaciones nuevas con la recuperación de ideas, imágenes y sentimientos que se han quedado en la memoria emocional del espectador. Y creo que lo consigue con éxito, evitando que el fan service y la repetición sin alma de las situaciones se apodere del relato, recuperando el tono y el look de esa estupenda comedia romántica cinematográfica británica que reinó a partir de mediados de los 90 y hasta bien entrada la década del 2000.
CAPITÁN AMÉRICA: BRAVE NEW WORLD -EMPEZAR DE ¿CERO?
Marvel Studios intenta recuperar el pulso perdido con Capitán América: Brave New World (2025), correcto film de espías y de acción sin ambición, que parece proponer un nuevo comienzo, presentando a Sam Wilson (Anthony Mackie), antes The Falcon, como el sucesor de Steve Rogers en el papel del simbólico héroe abanderado. El resultado es modesto, lejos, claro, de la épica mastodóntica de Vengadores: Endgame (2019), pero también por debajo de productos más sólidos como Capitán América: El Soldado de invierno (2014). Esta nueva historia nos presenta a Sam Wilson luchando contra la enésima amenaza terrorista, encarnada por un expeditivo mercenario al que da vida un desaprovechado Giancarlo Esposito, junto a un nuevo Falcon, el simpático Joaquín Torres (Danny Ramírez). La química entre ambos personajes heroicos y los momentos de buddy movie, funcionan pero tampoco dejan huella. Paralelamente, la película establece un gran antagonista, nada menos que el general Ross, ahora convertido en Presidente de los Estados Unidos, detalle argumental que ha acabado siendo un reflejo, algo pálido, de la llegada de Donadl Trump a la Casa Blanca. Harrison Ford vuelve a subirse al Air Force One (1997) para interpretar al personaje -antes encarnado por Sam Elliott y William Hurt- en un intento de componer un villano trágico, que lamentablemente no acaba de cuajar en ningún momento. La gran sorpresa de la película y, quizás su decisión más discutible, es la de apoyar su trama en atar los cabos sueltos nada menos que de la olvidada El increíble Hulk (2008), que conviene revisar, aunque esto no sea imprescindible para entender lo que ocurre. En todo caso, Capitán América: Brave New World nace directamente de la serie de Disney+, Falcon y el Soldado de Invierno (2021), lo que quizás contagia a esta cinta de su lenguaje televisivo. Nada está realmente mal pero tampoco hay nada que brille especialmente en esta cinta dirigida por Julius Onah, que lidia con un guión que naufraga en el tercer acto y que no se recupera hasta la promocionada pelea con Hulk Rojo, cuya identidad fue un divertido misterio en los cómics, mientras que aquí el tráiler nos hace un discutible espóiler. El auténtico corazón de la película, en todo caso, es el personaje de Isaiah Bradley, olvidado Capitán América afroamericano, encarcelado injustamente, al que da vida un entrañable veterano como Carl Lumbly. Este personaje protagoniza una trama robada de El mensajero del miedo (1962) y es el que apuntala los mensajes de la película, tenues pero muy presentes, sobre la política y la sociedad estadounidense actual, multicultural pero siempre amenazada por el racismo, el extremismo y el belicismo. Y si Capitán América: Brave New World no vuela más alto puede ser también porque traslada a la pantalla personajes e historias de la Marvel Comics más reciente, buscando, quizás, conectar con audiencias más jóvenes. Pero este Capitán América, más allá de su color de piel, no es Steve Rogers, el personaje (re)creado en los años sesenta por Stan Lee y Jack Kirby; así como este Hulk Rojo es también una variación del goliat verde de los primeros, inocentes y contraculturales años de la Casa de las Ideas. Es el carisma de aquellos arquetipos eternos el que necesita realmente Marvel Studios.
A DIFFERENT MAN -SER DIFERENTE
El problema de la identidad individual, de quiénes somos, en una sociedad marcada por la imagen, por el aspecto físico y la mirada del otro, es el asunto central de la interesante A Different Man (2025), que escribe y dirige Aaron Schimberg. El planteamiento gira alrededor de Edward Lemuel (Sebastian Stan), un hombre con el rostro deforme por una enfermedad, que intenta, paradójicamente, ser actor. No sabemos realmente si Edward es feliz o si se toma en serio su carrera como actor, solo podemos inferirlo, pero todo cambia con la aparición de una nueva vecina, Ingrid (Renate Reinsve), tan atractiva como simpática, y que resulta ser una dramaturga que ofrece amistad a Edward y un posible papel en una hipotética obra teatral. Esta promesa no llega a cumplirse porque Edward se somete a un tratamiento revolucionario que lo cura completamente, convirtiéndolo en un hombre corriente, e, incluso, atractivo, lo que le llega a proporcionar cierto éxito en una nueva vida. El problema que plantea Schimberg es que Edward no ha superado del todo su vida anterior, lo que provoca que busque de nuevo a Ingrid y acabe -sin ella saberlo- protagonizando precisamente su primera obra de teatro en el papel de él mismo. A Different Man comienza siendo un drama sobre la diferencia y la marginación social, para convertirse luego en una comedia de humor negro, con momentos surrealistas y de metaficción, un poco en la línea del genial Charlie Kaufman. Este tono se activa con la introducción de un nuevo personaje, Oswald, interpretado por Adam Pearson, actor que realmente padece neurofibromatosis y que se presenta como un tipo divertido, siempre de buen rollo, que parece ajeno a su deformidad y que vive todo lo que Edward no ha conseguido ni siquiera tras la operación. Soprendente y original, la película indaga en la frustración del inadaptado y de forma mordaz describe una sociedad formada por mediocres que triunfan, desmontando de paso estereotipos sobre la importancia del aspecto físico y generando mucho humor políticamente incorrecto sobre la discapacidad, planteando que, precisamente, son nuestros defectos, el monstruo que habita en todos nosotros, lo que nos hace diferentes, individuales, interesantes, aunque no sea precisamente eso lo que nos lleve al 'éxito' ni a la aceptación de los demás.
LOS EXPLORADORES -GIGANTES DE LA MANCHA
LA MARSELLESA DE LOS BORRACHOS -MEMORIA HISTÓRICA
A veces resulta difícil imaginar un mundo anterior al nuestro. Hoy, gracias a la omnipresencia de los teléfonos móviles, parece que todo queda registrado, que nadie hace nada sin grabarlo y compartirlo en las redes sociales. El documental La Marsellesa de los borrachos (2025) nos lleva a una época muy diferente, analógica y romántica, en la que existía algo llamado tradición oral. Era una época, no tan lejana, de canciones que se transmiten de generación en generación y de boca en boca, muchas veces sin un autor conocido y cuyas letras van variando cada vez que se interpretan. Eran canciones que estaban vivas, pero que, paradójicamente, siempre estaban en peligro de desaparecer. En su primer largometraje, el director Pablo Gil Rituerto propone un viaje musical y temporal a través de las canciones populares de resistencia. El recorrido que vemos en la película es doble: primero seguimos los pasos del colectivo italiano Cantacronache, formado en Turín en 1958. Algunos de sus miembros, como Emilio Jona, Lionello Gennero y Margot, recorrieron la España franquista en 1961, de forma clandestina, con una grabadora para registrar esas canciones que solo existían cuando eran interpretadas. El resultado de esa labor entusiasta quedó impreso en un libro, Canti della nuova resistenza spagnola, cuya publicación fue perseguida, claro, por las autoridades franquistas. En 2022, Gil Rituerto hace otro recorrido similar, siguiendo aquellos pasos y rescatando aquellas grabaciones o recréandolas con comprometidos artistas actuales como Nacho Vegas, Maria Arnal, Amorante o Labregos do tempo dos Sputniks. Las interpretaciones que vemos en pantalla son preciosas y emocionantes, cantadas desde los ideales por un mundo mejor. ¿Siguen vivos esos ideales?. La película de Rituerto es apasionante, porque si hemos dicho que hoy el mundo es muy diferente, también hay que decir que el peligro sigue siendo el mismo: no hace falta más que asomarse a las redes sociales. Hay algo de nostalgia en La Marsellesa de los borrachos, precisamente hacia ese mundo ya olvidado, en el que había menos formatos para registrar la realidad pero una causa muy clara por la que luchar.