FEAR THE WALKING DEAD -TEMPORADA 2- SICUT CERVUS


SICUT CERVUS (15 DE MAYO DE 2016) -AVISO SPOILERS-

Los elementos religiosos han ido creciendo con el tiempo tanto en The Walking Dead -ahí está el padre Gabriel (Seth Gilliam)- como en este spin-off. Recordemos que las primeras escenas de esta serie ocurrían en una iglesia -momento que reaparece aquí en un flashback de Nick Clark (Frank Dillane)-. La fe católica se utiliza también como rasgo de los personajes latinos, claramente estereotipados: Ofelia Salazar (Mercedes Mason) reza y cree comunicarse con su madre fallecida; mientras su padre, Daniel Salazar (Rubén Blades) tiene un oscuro pasado como torturador de un régimen dictatorial en una república bananera. Más divertido es el inicio, con una parroquia entera de mexicanos creyentes que sucumbe a la infección zombie, pero de una forma curiosa: lloran sangre como esos supuestos milagros en imágenes religiosas. Luego descubriremos que el cura, los monaguillos y los feligreses fueron asesinados por Celia Flores (Marlene Forte), cuyo modus operandi consiste nada menos que en envenenar las hostias. Es Celia la que aporta algo de diversión al episodio, con su extraña forma de entender la vida ultraterrena en la que confían todos los cristianos, en lo que parece una interpretación demasiado literal del Día de los Muertos. La revelación de que Celia mantiene encerrados a un grupo de zombies de sus seres queridos y amigos, no sorprende demasiado. Por otro lado, la muerte de Thomas Abigail (Dougray Scott) resulta anticlimática con respecto al trayecto que ha hecho el barco del mismo nombre en los episodios anteriores: han llegado hasta aquí para nada. Por cierto, el tiempo que tarda una persona infectada en morir y convertirse en zombie es directamente proporcional a la necesidad de los guionistas: puede ser instantáneo si hace falta, o alargarse todo un episodio, como aquí. Por último, las dudas que podamos tener sobre si Chris Manawa (Lorenzo James Henrie) se ha desquiciado y tiene intenciones asesinas, más que por la ambigüedad de la historia, parecen producto de la torpeza narrativa. Chris agudiza el conflicto central de la serie, al dividir a la familia que forman Travis Manawa (Cliff Curtis) y Madison Clark (Kim Dickens) en bandos según sus hijos biológicos.

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THE KNICK -TEMPORADA 2- WONDERFUL SURPRISES


WONDERFUL SURPRISES (6 DE NOVIEMBRE DE 2015) -AVISO SPOILERS-

El progreso enfrentado a las ideas conservadoras. Esta es una buena forma de resumir el conflicto principal en The Knick, una serie más enfocada hacia las ideas que a provocar emociones. Esta lucha entre lo nuevo y lo tradicional se refleja como un juego de espejos en todas las tramas y personajes. Empezando por la resistencia a la innovación científica, al fin y al cabo, el Knick es un hospital. El doctor Thackery (Clive Owen) recupera su pasión -romántica- por Abigail (Jennifer Ferrin) y se deja llevar por su obsesión -médica- para curarla de la sífilis -una enfermedad mal vista por la mentalidad conservadora, de la que ella no tiene realmente culpa-. Thackery es un personaje excesivo -recordemos su adicción a las drogas, al sexo- y arriesga la vida de ella, además de su propia carrera profesional, enfrentándose a todos los que se oponen a sus ideas. No es difícil leer entre líneas y llegar a la conclusión de que el mensaje es que los cambios requieren grandes sacrificios.


El que fuera aprendiz de Thackery, Bertie (Michael Angarano), se estrella con una resistencia similar cuando intenta tratar el cáncer de su madre. Su nuevo mentor, el doctor Zinberg (Michael Nathanson) es reacio a experimentar nuevos métodos médicos. Esto probablemente hará que Bertie vuelva a Thackery, tras un proceso de maduración: vemos su primera vez con una prostituta y cómo su padre le invita a un cigarro y  a whisky, símbolos de que ya le considera un "hombre adulto".


En la serie "lo nuevo" puede ser también "lo justo". El doctor Algernon Edwards (André Holland) se ve obligado a llevar a su mujer (Zaraah Abrahams) -la "maravillosa" sorpresa del título- a un local exclusivo para afroamericanos. Lo interesante aquí es la contradicción: Edwards no ama a Opal, pero no se divorcia de ella. Decide respetar las normas de una sociedad que le maltrata por el color de su piel. El racismo se refleja también en el doctor Gallinger (Eric Johnson) que comienza a interesarse en teorías -felizmente- superadas como la eugenesia, llegando al extremo de defender la esterilización de las razas "inferiores". En realidad, Gallinger siente celos profesionales de Edwards y con ellos alimenta su racismo.


Otra de las revoluciones sociales que aborda The Knick es el feminismo, muy presente esta temporada. Cornelia, (Juliet Rylance) se enfrenta a su familia política, que le impide desarrollar su activismo social -una preocupación por los desfavorecidos- por lo que investiga a escondidas la muerte del inspector Speight. En el mismo sentido, Cornelia ayuda a la hermana Harriet (Cara Seymour) a salir de prisión por practicar abortos ilegales. Para conseguir esto, Tom Cleary (Chris Sullivan) tiene que chantajear a las mujeres -de clase alta- que se han beneficiado de los servicios de la monja abortista. El mensaje es, por tanto, que las clases poderosas mantienen unas reglas que hipócritamente se saltan cuando les conviene. Esta es la misma clase pudiente que impide el acceso de arribistas como Barrow (Jeremy Bobb), cuyas posibilidades se truncan por la muerte -absurda- de su valedor, el doctor Mays (Ben Livingston).


Tampoco lo tiene fácil Lucy (Eve Hewson), que a pesar de estudiar medicina -y saberse muy lista- tiene asumido que solo puede ser una enfermera. Esta resignación es la que lleva a Lucy a quejarse de que todos los hombres la han decepcionado y a creer que merece algo mejor. Su mayor pretendiente, Henry (Charles Aitken), utiliza el recién inventado cinematógrafo para hacer pequeñas películas pornográficas. Progreso técnico, sí, pero machismo, también. La enfermera que se quita la ropa, por cierto, es interpretada por Emily Kinney, la que fuera Beth en The Walking Dead.

JUEGO DE TRONOS -TEMPORADA 6- BOOK OF THE STRANGER



BOOK OF THE STRANGER (15 DE MAYO DE 2016) -AVISO SPOILERS-

Daenerys Targaryen (Emilia Clark) desnuda, emergiendo de las llamas sin una sola quemadura, es una de esas potentes imágenes de fantasía heroica que de vez en cuando nos regala Juego de Tronos. Acaba de matar a todos los líderes -machos- de los dothrakis y los guerreros, las mujeres y los niños se arrodillan ante ella por esta demostración de poder. La idea es potente, pero no deja de ser una repetición de algo ya visto en la primera temporada. La trama de Daenerys es, sin duda, la que menos ha avanzado en estas seis entregas de la serie. Su historia parece desenvolverse en círculos: aquí, por ejemplo, Daario Naharis (Michiel Huisman) y Jorah Mormont (Iain Glen) culminan su misión de rescate solo para ver que la madre de los dragones no necesitaba ser rescatada. Antes, hemos visto que la pericia como estratega y diplomático de nuestro querido Tyrion Lannister (Peter Dinklage) desactiva lo único que ha conseguido Daenerys como reina: reinstaura la abolida esclavitud -al menos durante 7 años- en un divertidísimo ejercicio de cinismo y de pragmatismo político.


Hay que admitir que en este episodio ocurren un montón de cosas. Para variar. Se desatascan tramas que llevaban varios capítulos sin moverse. Y eso se agradece. Ya era hora de que se tomaran cartas en contra del asqueroso de Ramsay Bolton (Iwan Rheon), por ejemplo. Tras el emotivo reencuentro entre hermanos de Jon Snow (Kit Harrington) y Sansa Stark (Sophie Turner) vemos cómo deciden recuperar Invernalia utilizando el ejército de salvajes. En el mismo sentido, volvemos a ver a Petyr "Meñique" Baelish (Aidan Gillen) que manipula fácilmente a su rey, Robin Arryn (Lino Facioli), para atacar también a Ramsay. La escena con Robin me hace pensar, por cierto, que ya resulta repetitivo el recurso de poner a niñatos bajo la corona. ¿O no hay demasiados niños gobernando en Juego de Tronos?. Antes, la muerte de rigor en cada capítulo: Ramsay acaba con la vida de Osha (Natalia Tena). Oye, que era medio española. También era hora de que hicieran algo contra el Gorrión Supremo (Jonathan Pryce) y aquí Cersei Lannister (Lena Heady) -con la ayuda de Jaime Lannister (Nikolaj Coster-Waldau)- consigue por fin unir fuerzas con su hijo, Tommen Baratheon (Dean-Charles Chapman), su consuegra Olenna Tyrell (Diana Rigg) y Kevan Lannister (Ian Gelder). Juntos intentarán cargarse a los gorriones, pero, en una jugada típica de la serie, el Gorrión Supremo ya ha comenzado a ganarse un poco nuestras simpatías, gracias a la fantástica interpretación de Pryce en un monólogo tremendo. Recordemos también que la serie suele jugar en contra de nuestras expectativas. A ver qué pasa. Otro que se pone en marcha es Theon Greyjoy (Alfie Allen) que se une a su hermana Yara (Gemma Whelan) para recuperar el trono tras el asesinato de su padre en manos de su tío. Como una especie de Hamlet de género invertido.

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LA BRUJA (ROBERT EGGERS, 2015)


Ganadora del premio a la mejor dirección, para Robert Eggers, en el Festival de Sundance, La bruja tiene la habilidad de conjugar dos tipos de terror en una sola película. El realismo seco de una vida durísima en el siglo XVI en Nueva Inglaterra, da paso al fantástico de la imaginería medieval. Y lo hace de la forma más natural. El terror psicológico que domina las relaciones de la familia protagonista se mezcla con elementos del cine de género más desvergonzado. Y eso mola. La bruja es un film "serio" pero sin complejos. El director utiliza en su historia todo tipo de materiales: hay rastros de los cuentos infantiles -Eggers dirigió un corto sobre Hansel y Gretel- pero también de los famosos juicios reales a las supuestas brujas. Se recupera el miedo al bosque, que aquí esconde los horrores que escapan a la luz de la razón. El bosque en esta película oculta los instintos que la religión se empeña en sepultar bajo el peso de la culpa: el sexo, la violencia, los celos, las inseguridades de la maternidad. Pero todavía más aterradora resulta esa fe que aplasta a los individuos haciéndoles temerosos de prácticamente cualquier impulso natural. Así, en el hogar familiar se produce una caza de brujas entre sus propios miembros. Temas profundos, sí, pero salpicados con machos cabríos, cuervos negros, extraños sacrificios y niños poseídos. La ficción sobre las brujas casi siempre ha sido un vehículo para hablar de la lucha feminista y aquí el tema es una corriente subterránea que brota en el impagable clímax final. Puede que la brujería no sea tan popular como los zombies, auténticos reyes del terror actual, pero sí se puede decir que el subgénero está muy vivo, con ejemplos como la estupenda The Lords of Salem (Rob Zombie, 2012), pasando por American Horror Story: Covenant, hasta el último Radiohead, Burn the Witch y sin olvidar nuestra Las brujas de Zugarramurdi (Álex de la Iglesia, 2013).

¡AVE, CÉSAR! (ETHAN Y JOEL COEN, 2016)



Hay que tener fe en los hermanos Coen. En su nueva comedia, ¡Ave, César!, despliegan de nuevo ese humor esquinado que no busca la carcajada fácil sino una sonrisa perpleja. Pero al final te ríes. Además, los de Minnesota proponen una estructura argumental que parece completamente libre, aparentemente inconexa, que puede hacernos pensar en algún momento del metraje ¿A dónde va esto? Pero al final todo encaja. Lo bueno es que el relato se hace entretenido gracias a un delicioso paseo por los géneros cinematográficos clásicos -esos que ya no existen- como el musical, el western, la epopeya histórica, los espectáculos acuáticos de Esther Williams y los dramas sofisticados de alta sociedad. Estas escenas no son guiños sino secuencias muy elaboradas que detienen la acción -seamos sinceros- pero demuestran el amor por el séptimo arte de los Coen y su pericia como directores. Esto hace que la espera a que todo cobre sentido sea entretenida: no estamos ante una estática reflexión como Barton Fink (1991), anterior incursión de los autores en la temática sobre el mundo del cine. La trama principal de la película, con aires de cine negro, utiliza al protagonista, Eddie Mannix -estupendo Josh Brolin- director de unos estudios de Hollywood, como el aglutinador de todas las escenas mencionadas y de la gran multitud de personajes que pueblan la fauna del show business sobre la que los Coen ofrecen sus típicos retratos excéntricos: Scarlett Johansson está fantástica. Y el gran conflicto de la película es el secuestro de la estrella de un film sobre la vida de Cristo, Baird Whitlock (George Clooney). Un rapto que es la típica historia de chapuza criminal que los Coen nos han contado en varias ocasiones: desde Arizona Baby (1987) hasta Fargo (1996). Pero volvamos a Mannix, porque el protagonista de esta historia es la clave del film. Su completa dedicación a su trabajo recuerda a Sísifo. Si el héroe mitológico está condenado a empujar una pesada roca colina arriba para luego verla caer por el otro lado, Mannix se pasa las 24 horas resolviendo los problemas de producción de los estudios para reiniciar el ciclo al día siguiente: los Coen también propusieron una estructura circular en otro film de corte existencialista, A propósito de Llewyn Davis (2013). En El mito de Sísifo (1942), el filósofo Albert Camus -citado en la serie Fargo- describía el darse cuenta de que la existencia es absurda como el divorcio de un actor con su decorado. Aquí las escenas de los géneros cinematográficos, sacadas de contexto, producen un efecto surrealista y cómico. Como la incomodidad de Hobie Doyle (Alden Ehrenreich) -un cowboy de acento texano convertido en actor dramático- que abre puertas, reacciona ante maletas y dice frases sin saber por qué -Ralph Fiennes está divertidísimo como su director-. Luego, Hobie repite esos mismos gestos para resolver la trama, con lo que los Coen ponen en duda la idea de lo que es real y lo que es representación. Volviendo a Mannix, hay que decir que este no disfruta como el Sísifo dichoso que imagina Camus, sino que su esfuerzo inútil se apoya en un sentimiento de culpa muy católico. Él mismo ha creado su propio infierno. Esta cuestión de fe es la que hace que todo encaje en la película. Un guión aparentemente compuesto de sketches se revela al final cuidadosamente engarzado. Para ver cómo encaja todo, no hay más que buscar los paralelismos entre el cristianismo de la película que rueda Clooney y las ideas comunistas de esos guionistas que le secuestran: hasta aparece el sociólogo Herbert Marcuse. Y por supuesto es fácil establecer una conexión entre la historia de Cristo y la de una estrella de imagen inocente que pronto será una escandalosa madre soltera. Los Coen tienen mala leche. La mejor escena, la más divertida, la de los religiosos discutiendo la naturaleza de Dios. Ahí está la clave de todo. Que cada uno interprete a su manera.

ZOOLANDER No. 2 (BEN STILLER, 2016)


El gran defecto de Zoolander No. 2 es probablemente su mayor virtud: es una completa memez. En el programa Cómicos de #0, Javier Cansado escuchaba a Joaquín Reyes decir que, además del humor inteligente, también le gustaba mucho la "tontuna". El humor chorra de Zoolander no admite medias tintas, o te ríes o te aburres. La película es una acumulación de excesos difícil de superar. Ben Stiller y sus guionistas -Justin Theroux de The Leftovers entre ellos- saben que no pueden darse el lujo de desarrollar un argumento sino que deben bombardearnos con ideas sin descanso. Alguna tiene que hacernos reír. El protagonista, la parodia perfecta de un modelo, nació como un chascarrillo en la cadena VH1 y su exiguo recorrido es su talón de Aquiles. ¿Cuántas veces puede hacer la mirada acero azul en un largometraje? Es por ello que la película está repleta de personajes interpretados por auténticos reyes de la comedia -americana, eso sí-. Owen Wilson consigue humanizar a su caricatura hasta resultar tierno; Kristen Wiig tiene gracia en cada tic; Will Ferrell es de los hombres más graciosos vivos; Penélope Cruz es tremendamente sexy y el niño Cyrus Arnold resulta absolutamente genial en el papel de la única persona cuerda del tinglado. Por si todos estos fueran pocos, hay un auténtico aluvión de cameos -los mejores, quizás, Benedict Cumberbatch y ¡Valentino!- y en esto Zoolander es un poco como nuestra saga Torrente.


Está claro que tras la decepción de la ambiciosa La vida secreta de Walter Mitty (2013), a Ben Stiller le venía bien volver a terreno conocido y de probado éxito. Lo más irritante de esta película es que adopta la forma -paródica- del típico blockbuster de Hollywood -en esto sigue la estela de la perfecta Tropic Thunder (2008)- aunque a partir de ahí se deja llevar con total libertad añadiendo orgías con hipopótamos, madres fantasmales, sectas ocultistas y hasta que en el paraíso hubo un tercero en discordia con Adán y Eva. Pero, como he dicho antes, Zoolander No. 2 funciona mejor cuando se fija en los pequeños gestos de sus cómicos que cuando despliega los aparatosos efectos especiales de un film de espías. Recomendable preferiblemente para los -auténticos- fans de la primera entrega... y para los que no sean fans de Justin Bieber. Le matan en los primeros minutos.

THE FLASH -TEMPORADA 2- THE RUNAWAY DINOSAUR



THE RUNAWAY DINOSAUR (10 DE MAYO DE 2016) -AVISO SPOILERS-


Por fin he podido ver el esperado episodio de The Flash dirigido por Kevin Smith. No quiero hablar de decepción -es un buen capítulo- pero sí es verdad que tendría que haber moderado mi entusiasmo. Parecía una combinación perfecta: Smith nos cae bien porque es la voz de los frikis, un fan de los cómics metido en Hollywood y The Flash es una se nuestras series más queridas. Pero si esperabais al Kevin Smith de Clerks (1994) -¡Lo que podría hacer con Cisco Ramon (Carlos Valdes)!- lamento decir que encontraréis al blandengue de Una chica de Jersey (2004). Vale, estoy exagerando. The Flash siempre ha sido una serie que se preocupa mucho por sus personajes y que ha conseguido conjugar la aventura y la acción con el drama humano. Con muy buenos resultados. Aquí, Barry Allen (Grant Gustin) se enfrenta a una aventura contenida, muy sentimental e introspectiva. Descubrimos que el protagonista no ha muerto, sino que está en una especie de limbo en el que la fuerza de la velocidad adopta la imagen de sus seres queridos. Un poco como Cuento de Navidad de Charles Dickens, Barry se enfrenta a fantasmas de su presente -Joe West (Jesse L. Martin)- de su pasado -su madre fallecida- y de su futuro, como Iris West (Candice Patton). Se trata de un viaje espiritual del que el héroe saldrá más sabio, más completo, más seguro de sus poderes. ¿Hacía falta que esto lo dirigiera Kevin Smith? Probablemente, no. Pero el de Jersey lo hace bien. Lo cierto es que Smith no es un director con una impronta visual reconocible. Su estilo está más bien en sus guiones, en sus diálogos, sus referencias frikis y sus personajes de la generación X. Y aquí Smith solo dirige. Hay un cameo de su actor fetiche, Jason Mewes, totalmente prescindible y poco más. Lo que aporta Smith es, probablemente, su gran amor hacia los personajes como fan de la serie que es. El resto de la trama incluye buenos momentos, como el Girder (Greg Finley) zombie; la sorpresa de que Wally West (Keiynan Lonsdale) no se convierte en velocista pero Jesse Wells (Violett Beane) probablemente sí. Y lo mejor, la imagen de ese ejército de metahumanos comandados por Zoom (Teddy Sears).