FOXCATCHER (BENNETT MILLER, 2014)


Foxcatcher conecta con Whiplash (Damien Chazzelle, 2014) en que ambas son un comentario -desencantado- sobre esa cultura del éxito que produce más frustraciones que alegrías. Eso sí, sus estrategias narrativas son completamente diferentes. La nueva película de Bennett Miller -director que ya nos dio otro film deportivo antiépico, la estupenda Moneyball (2011)opta por contarnos esta historia lentamente, utilizando mucho el plano general y sobre todo los silencios. De hecho, la música tarda varios minutos en aparecer y nunca cobra protagonismo. El argumento de Foxcatcher se desarrolla poco a poco mientras vamos acumulando datos que revelan la verdadera naturaleza de sus personajes. Por ejemplo, cuando aparece John Du Pont, no sabemos nada de él, como tampoco le conoce de nada Mark (Channing Tatum). El personaje que interpreta Steve Carell esconde el secreto de esta historia y mientras menos sepamos sobre él, más profundamente nos tocará esta película que no desvela su auténtico mensaje hasta el último plano.


-AVISO SPOILERS-

En el corazón de Foxcatcher está la relación entre dos hermanos. Es mérito de los actores Channing Tatum y Mark Ruffalo, que interpretan a los medallistas olímpicos Mark y David Schultz, que se pueda captar el amor fraternal que existe entre sus personajes desde el primer instante. En la primera escena que comparten, los dos luchares comienzan a calentar estirándose, agarrándose, abrazándose. No hace falta ningún diálogo para entender que se quieren. Cuando un cabezazo fortuito rompe la nariz de David (Ruffalo), deducimos además la rivalidad que hay entre ellos.


Pero el personaje principal es ese John Du Pont que bien podría ser el reverso oscuro del Michael Scott que también interpreta Carell en la serie The Office (2005). Ambos tienen una imagen delirante de sí mismos completamente alejada de la realidad. La pretensión de Du Pont de que le llamen "Águila" es igual de ridícula que esa taza de café que pone "World´s Best Boss" en el escritorio de Scott. Pero si éste último resulta patético, pero gracioso y entrañable; Du Pont se revela como un tipo peligroso: su fortuna le permite hacer realidad sus absurdas fantasías. Se trata de un personaje casi hitchcockiano -reprimido por su madre- y con una afición bondiana por los pájaros y las armas. Pero su característica más importante es ese patriotismo fanático que utiliza para convencer a Mark, un joven frustrado por la soledad y por vivir bajo la sombra de su hermano. Mark confiesa que siempre había pensado las cosas que le dice Du Pont, esa idea -infantil- de hacer algo por su país. Una fantasía delirante que solo puede arraigar en una mente simple, como la del personaje que interpreta Tatum.


Al final de la historia, Mark se aleja del inestable Du Pont -que también se ha aprovechado de la rivalidad con su hermano David para manipularle- y acaba fracasando en su carrera deportiva: una decadencia similar a lo que nos contó Darren Aronofsky en El Luchador (2008). No es casualidad que veamos a Mark en la escena final de la película obligado a formar parte de un violento espectáculo -las artes marciales mixtas- que poco tiene de deportivo y mucho de negocio. Tampoco es casual que su rival sea un boxeador soviético, ni que escuchemos a unos espectadores salidos de la "América profunda" jaleando ese descerebrado "U.S.A." sobre el rostro de Tatum. Ese es el último plano de Foxcatcher y creo que en él se resumen sus intenciones.

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