¿Es un corazón roto la razón por la que Norman Bates (Freddie Highmore) acabará dedicándose a asesinar rubias? Lo más destacable de este episodio es el momento en el que Norman confirma que realmente perdió su virginidad con Bradley (Nicola Peltz), que aquello no fue una fantasía sexual producto de su mente enferma, pero que lo que sí se ha imaginado es que podría haber algo más entre ellos. Bradley se aprovechó de un joven inocente, romántico, que se hizo ilusiones con una chica que solo buscaba consolarse y que de repente se acuerda de que "tiene novio". Era la oportunidad perfecta para el primer asesinato de Norman: habría sido coherente que perdiera también con Bradley su "virginidad" como asesino en serie. De hecho, vemos a Norman "hablando" con su madre delante de esta posible primera víctima, pero un gesto de arrepentimiento de la chica rescata lo que todavía hay de bueno en Norman. Justo después, muere el perro del chaval, que un guionista retorcido intentaba convertir en una metáfora de la propia Bradley. Pero la escena solo sirve para descubrir que su futura afición por la taxidermia estaría inspirada por el padre de Emma (Olivia Cooke). Todo está muy bien, pero el resto del episodio se centra demasiado en otros personajes. Antes, se han ocupado de cerrar la trama que giraba en torno a Keith Summers (W. Earl Brown) y al ayudante del sheriff, Zack Shelby (Mike Vogel). Se establece el nuevo status quo familiar en el que Dylan (Max Thieriot) no acaba de integrarse. Nos presentan, además, una pequeña subtrama, casi humorística, en la que Emma y Norma (Vera Farmiga) se dedican a cotillear la vida amorosa de Norman. No está del todo mal, pero lo dicho, nos desvía de Norman Bates. Por último, se introduce lo que será el nuevo ciclo argumental de los siguientes capítulos. El hombre de la habitación número 9, sin embargo, no parece demasiado interesante.
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