LEGION -TEMPORADA 1- CHAPTER 7


CHAPTER 7 (22 DE MARZO DE 2017) -AVISO SPOILERS-

Se puede admitir que Legión no cuenta nada nuevo, pero también hay que darle crédito a Noah Hawley -y a sus directores- por buscar la originalidad en cómo se cuenta lo de siempre. En este penúltimo episodio de la primera temporada, toca poner las cartas sobre la mesa. Se confirma que el malvado hasta ahora conocido como el demonio de los ojos amarillos ha sido siempre Amahl Farouk, el Rey Sombra, creado en los cómics en 1979. Su naturaleza y su forma de actuar, se verbaliza claramente en un episodio que explica todos los misterios de la temporada, lo que facilita las cosas al espectador. Pero esto se hace de una forma divertida -con humor- y bastante autoconsciente. Descubrimos que los tres últimos episodios transcurren en el plano astral, con el tiempo real detenido entre que una metralleta dispara contra los protagonistas y lo que tardan las balas en impactar en sus blancos: David Haller (Dan Stevens) y Syd Barret (Rachel Keller). La narración de todo esto está llena de buenas ideas: la excentricidad de Oliver Bird (Jemaine Clemente) -que quiere montar un cuarteto musical, o se imagina que convive con Julio Verne-; la conversación que un atrapado David mantiene con su parte racional y que esta tenga acento británico -Dan Stevens es británico, participó en Downton Abbey, y en esta serie adopta el acento estadounidense-; la explicación en pizarras de la historia de Farouk, que da paso a una animación sobre el origen de David -que apunta claramente a que su padre es Charles Xavier (Patrick Stewart)-; la utilización de un personaje insignificante, Rudy (Brad Mann), el de las babas, que ha estado ahí desde el principio, como desencadenante del clímax. Precisamente, el clímax resulta único, también por sus extravagantes ideas: cómo Oliver Bird comienza a dirigir el bolero de Ravel para detener las balas, pieza clásica en crescendo que se convierte en una extraña versión de una fanfarria superheroica para acompañar las imágenes de la apoteosis de David; el blanco y negro de las gafas para ver la realidad -como las de Están vivos (John Carpenter, 1988)- da pie a una película muda, incluso con intertítulos, de terror expresionista, en la que Aubrey Plaza sigue estando fantástica. Por último, el momento en el que David, tras descubrir la verdad -que ha sido parasitado toda su vida por Farouk- se libera de sus problemas mentales, resucita, se hace con el control de sus poderes, y detiene las balas como Neo en Matrix (Las hermanas Wachowski, 1999); salva a la chica con un giro protector como el Conductor (Ryan Gosling) en Drive (Nicholas Winding Refn, 2011), y con el arco halo en la cabeza -como una corona de espinas- acaba pareciendo incluso una figura crística.

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LIFE: VAMPIRO DEL ESPACIO


Life es una rutinaria revisión y actualización de Alien (Ridley Scott, 1979) por la aburrida vía del realismo, siguiendo la estela filosófica de Gravity (Alfonso Cuarón, 2013) y pragmática de Marte (Ridley Scott, 2015) siempre bajo la sombra -alargadísima- de una obra maestra como 2001: Una odisea del espacio (Stanley Kubrick, 1968). Esta película del sueco Daniel Espinosa opta por hacer obvias todas las metáforas que la original, concebida por Dan O'Bannon, filtraba a través de la fantasía y el terror para permitir múltiples interpretaciones. Así, en esta, los astronautas de la estación espacial internacional -la verdadera, la actual- constituyen un grupo que -supuestamente- representa a toda la Humanidad -se han dejado fuera a los musulmanes- y que prefiere mantenerse al margen de los conflictos -conocidos por todos- que impiden la paz en nuestro planeta. Esta visión está personificada en el oficial médico David Jordan (Jake Gyllenhaal), estadounidense asqueado por los bombardeos en Siria y traumatizado por el desastre del Challenger, que sustituye al 11-S como herida sin cicatrizar. La criatura -¡apodada Calvin!- está bien animada, pero su diseño es tan realista como soso, nada que ver con la imaginería gótica y de la nueva carne del gran H.R. Giger. Pero tiene la misma sed de sangre, lo que da pie a un desarrollo idéntico al de la cinta de 1979. El bicho -un marciano- tiene una evolución similar -aunque sus inicios resulten tan cómicos como la parodia del chestburster de La loca historia de las galaxias (Mel Brooks, 1987)-. Eso sí, cada paso que da Calvin tiene una coartada pseudocientífica, alejándose del horror irracional y de pesadilla del xenomorfo clásico. El oficial científico, británico, Hugh Derry (Ariyon Bakare), asegura que el bicho solo mata porque es su naturaleza, lo que se parece mucho a una diferencia cultural, o a que la palabra que da título a este film, vida, equivalga a oposición, a muerte, muy a pesar de los pacifistas. Al respecto, otra oficial médico, también británica, Miranda North (Rebecca Ferguson), asegura entender los instintos -las razones- de su enemigo, pero no por ello es capaz de no odiarle. Recomendable solo si eres un millennial que no ha visto Alien -ya te vale- o si el ansia te impide esperar un mes a que se estrene Alien: Covenant (Ridley Scott, 2017).

BETTER CALL SAUL: LA MEJOR SERIE QUE NO ESTÁS VIENDO



Better Call Saul es la mejor serie que probablemente no estáis viendo. No pasa nada. Como su antecesora, la fantástica Breaking Bad, la historia del abogado Jimmy McGill (Bob Odenkirk) parece pensada para ser devorada de un tirón -al estilo Netflix, vamos- por lo que el estreno de su tercera temporada sería una buena oportunidad para recuperar el tiempo perdido viendo The Walking Dead y engancharse a ella. Hay varias razones que explican mi pasión por la ficción creada por Vince Gilligan y Peter Gould. Primero, su narrativa cinematográfica. La serie está contada como si fuera una película, esto no es "televisión": es decir, aquí no predominan los diálogos sino las imágenes. Por lo que os podéis olvidar de verla en el móvil o de estar pendientes del WhatsApp durante su visionado: hay que estar atentos, chavales. No esperéis que los personajes os digan quiénes son en largos parlamentos -aunque Jimmy se caracteriza por su labia- sino que aquí hablan sus acciones. Les vemos hacer cosas, que muchas veces contradicen lo que han dicho, por lo que Better Call Saul cuida sus imágenes mucho más que otros productos televisivos, de realizaciones más bien planas y funcionales. La segunda razón es que estamos ante una serie de personajes. Pocas ficciones, como Breaking Bad, cuidaron con tanto mimo la evolución de su protagonista -la transformación de Walter White, profesor de química, en Heissenberg, genio criminal, es simplemente magistral- y este spin-of hace exactamente lo mismo al mostrarnos como Jimmy McGill, estafador de poca monta que busca redimirse como abogado a imagen de su hermano mayor Chuck -un estupendo Michael McKean- acabará convirtiéndose en el leguleyo Saul Goodman que conocimos en la serie protagonizada por Bryan Cranston. En ambas ficciones estamos ante la transformación de un personaje, contada paso a paso. Y esto nos lleva a una tercera cosa que hace que esto no se parezca a ninguna otra serie: aquí, lo importante, son las decisiones morales de los personajes y cómo cada una de ellas, los va cambiando por dentro. Cada elección de Jimmy McGill le acerca o le aleja de ese futuro Saul Goodman, y aquí se consigue que ese proceso interno sea más interesante que las batallas y los asesinatos de Juego de Tronos. Y lo que hacen mejor que nadie estos guionistas, lo que resulta verdaderamente impresionante, es el juego que establecen con el espectador a raíz de esas decisiones morales. Porque las acciones de los personajes -buenas o malas- nos obligan constantemente a tomar una posición. Aprobar o rechazar. Jimmy McGill es nuestro protagonista, nos resulta simpático, pero ¿Hasta cuándo le vamos a apoyar en sus engaños y chanchullos? ¿Dónde trazamos la línea moral que, de ser traspasada, nos obligaría a abandonar -emocionalmente- al (anti)héroe de esta historia? Este juego fue llevado a su máxima expresión en Breaking Bad y aquí se repite con -casi- igual fortuna. Por si fuera poco, Jimmy está rodeado de un elenco de personajes secundarios excepcionales. Kim Wexler (Rhea Seehorn) no es simplemente el interés sentimental, sino un personaje humano, interesante, que muchas veces es más atractivo que el propio Jimmy y que suele ponerle entre la espada y la pared. El antagonista no podía ser mejor: Chuck McGill es un abogado prestigioso, inteligentísimo y un hermano mayor difícil de superar. La idea de su hipersensibilidad alérgica, que le pone en una situación de debilidad, es uno de los grandes hallazgos de la serie. Los que hayáis visto Breaking Bad recordaréis al veterano Mike Ehrmantraut (Jonathan Banks) un personaje que parece extraído de un western -de Sin Perdón (Clint Eastwood, 1992)- que protagoniza una subtrama tan interesante como la principal. Y por último, esta tercera temporada supone el regreso de uno de los mejores personajes de Breaking Bad, nada menos que Gus Fring (Giancarlo Esposito), el famoso dueño de Los pollos hermanos.

LEGION -TEMPORADA 1- CHAPTER 6


CHAPTER 6 (15 DE MARZO DE 2017) -AVISO SPOILERS-

Impresionante este episodio de Legión, que sirve como buena referencia de sus mayores virtudes y también, quizás de su único defecto. Lo bueno y lo malo lo podemos resumir en la premisa de este sexto capítulo: todo vuelve al origen. Regresamos a la primera entrega, al psiquiátrico en el que conocimos al protagonista y al resto de personajes. Todo parece repetirse, aunque de forma un poco distinta, en palabras de Syd Barret (Rachel Keller). Tras la "revelación" del episodio anterior, la trama se resetea y lo bueno es que todo parece fresco y nos invita a preguntarnos si estamos en la vida real o en una nueva ilusión. En la parte negativa, Legión no avanza, sino que su historia, en lugar de con una línea recta podría ser dibujada con círculos concéntricos. Aceptando esto, aplaudo la decisión de dejar al margen a David Heller (Dan Stevens) y darle el protagonismo a Syd Barret, que es la que comienza a percibir que "algo está mal". Somos espectadores veteranos y sabemos que esta recreación del psiquiátrico que vimos al inicio no es más que otra trampa mental del gran villano de la serie, el demonio de los ojos amarillos. La forma de revelar esta información me parece absolutamente cautivadora: el antagonista adopta la forma de Lenny Busker -fallecida hace ya tiempo- a la que da vida una Aubrey Plaza inteligente, divertida y sexy -en lo que debe ser uno de los mejores papeles de su carrera- y en una secuencia musical, Lenny se pasea por los escenarios de la serie, de la psique torturada del héroe -la cocina en la que explotan los poderes de David Haller, la consulta de su psicoterapeuta- jugando y bailando al son de una versión del tema Feeling Good de Nina Simone con la estética de una cabecera de un film de James Bond. Una forma original, sutil y divertida de decirnos lo que está pasando. Hay que destacar también las soluciones visuales para mostrarnos el paso de lo "real" al sueño -dentro de otro sueño- que utilizan los decorados -casi teatrales- y los efectos especiales prácticos -trucos de cámara a lo Michel Gondry- como cuando Cary Loudermilk (Bill Irwin) aparece en un bosque todavía en su cama; o cuando Syd Barret flota eternamente hasta aterrizar en su almohada; o el hermoso stop motion de las plantitas que florecen al ser regadas por la doctora Melanie Bird (Jean Smart).

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LEGION -TEMPORADA 1- CHAPTER 5


CHAPTER 5 (8 DE MARZO DE 2017) -AVISO SPOILERS-

El cliffhanger de este quinto episodio de Legión se veía venir desde el principio. Un giro -esperado- que nos hace creer que todo lo que hemos visto solo existía en la mente del protagonista, David Haller (Dan Stevens). Una sorpresa para la que ya estábamos preparados, tras precedentes como El club de la lucha (David Fincher, 1999) o la reciente Mr. Robot (2015). La -supuesta- revelación es que los personajes que rodean a Haller tienen en realidad otros roles en lo que suponemos es "la vida real". Por ejemplo, Lenny (Aubrey Plaza) estaría viva y sería la terapeuta de un centro psiquiátrico en el que estarían ingresados todos. Esto me recuerda al final de El Mago de Oz (1939) en el que personajes como el Espantapájaros o el León son trasuntos de personas que Dorothy (Judy Garland) conoce en la vida real, en Kansas. Pero lo más probable es que esto sea una nueva fantasía creada por Haller, que en este mismo episodio ha demostrado la capacidad de generar sus propios espacios casi reales: esa habitación blanca -muy Kubrick- en la que tocar a Syd Barret (Rachel Keller) está permitido. Habrá que ver qué cuentan en el sexto capítulo para comprobar la verdad. Antes de esto, el episodio adquiere un estimulante tono de película de terror, de pesadilla, un poco como el reino onírico de Freddy Krueger (Robert Englund) en Pesadilla en Elm Street (Wes Craven, 1984). Solo que aquí los monstruos son el Demonio con los ojos amarillos y Angry Boy. 

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TU NOMBRE: CUANDO EL DESTINO NOS ALCANCE


Una de las ideas más bonitas en la ficción -y menos prácticas en la vida real- es la de que el destino nos ha unido a un ser amado. Como si estuviésemos predestinados a querer a una sola persona, eso que llaman "el amor de tu vida". Tu nombre, el anime más taquillero desde El viaje de Chihiro (2001), se sostiene sobre esta romántica idea. Estamos ante una cinta de animación espectacular, con ambiciones de gran película, que tiene todos los ingredientes de un éxito de taquilla. La historia -basada en la novela de Makoto Shinkai, que dirige también esta adaptación- comienza juguetonamente con un disfrutable tono de comedia romántica juvenil, contándonos cómo dos jóvenes, Mitsuha y Taki, intercambian sus cuerpos y sus vidas, inexplicablemente. Este ponerse en el lugar del otro -literalmente- da pie a malentendidos y situaciones humorísticas que van desarrollando una complicidad y un vínculo sentimental entre los dos personajes. El relato irá ampliando su alcance hasta convertirse en un drama romántico de connotaciones cósmicas con alma de manual de autoayuda sobre la identidad personal. Así, encontramos ecos de la confusión genérica adolescente del manga Ranma 1/2 (1987-1996), la fantasía amorosa de Hecho en el cielo (1989), el romance en la distancia de La casa del lago (2006) y hasta la angustia existencial enfrentada al Apocalipsis de Melancolía  (2011). La mezcla es original, el tratamiento argumental resulta fresco, y el conjunto es sin duda muy entretenido. La obra está llena de ideas afortunadas, paradójicas, preciosas, sobre cómo estos dos personajes se buscan mutuamente. Pero hay que hablar sobre todo de una animación soberbia, que deslumbra por su realismo, extraído de acertados detalles costumbristas y naturalistas. El relato se detiene en  las tradiciones de un pequeño pueblo ubicado en las montañas, en el que vive Mitsuha, y las compara con la vida moderna en Tokio de Taki. Esta riqueza en detalles realistas aporta una densidad casi literaria al film. Tu nombre nos habla de personajes insatisfechos con la existencia que les ha tocado en suerte, de vidas conectadas misteriosamente y de que detrás de eso que llamamos amor parecen operar fuerzas que están más allá de nuestra comprensión y sobre todo de nuestro control.

THE WALKING DEAD: VIVIR Y MORIR POR NEGAN


La séptima temporada de The Walking Dead prometía mucho más. Recordemos que la historia se abría justo donde había quedado la entrega anterior, en un cliffhanger espectacular centrado en Lucille, el temible bate de béisbol recubierto de alambre de espino de Negan (Jeffrey Dean Morgan). Nos dejaban con la insoportable duda sobre qué personaje perdería la vida. Así, la serie creada por Robert Kirkman, retomaba su historia con un capítulo muy esperado que fue sin duda un acontecimiento mediático. El violento Negan cumplía con las expectativas convirtiéndose en uno de los más interesantes, y el más cruel, de los villanos de la ficción catódica. La tensión de ese primer episodio era tremenda y la violencia con la que el líder de los temibles Salvadores apaleaba a su víctima, extrema y controvertida. No por nada, uno de los productores ejecutivos -y director de los episodios importantes- es Greg Nicotero, maestro del maquillaje y los efectos especiales de películas como Terroríficamente muertos (Sam Raimi, 1987) y Kill Bill (Quentin Tarantino, 2003). Digamos ya que ese primer capítulo, The Day Will Come When You Won't Be, fue el mejor de la séptima. Y eso no es bueno. A pesar de lo emocionante de dicha entrega, encontramos en ella el principal defecto de toda la serie: una narrativa deficiente. Los guionistas estiraron todo lo posible la resolución de la incógnita que más nos interesaba, la identidad de los personajes que morían. Pero lo hacían de forma tramposa, desordenando cronológicamente el relato sin ninguna justificación e incluyendo engañosos insertos de todos los personajes muriendo, que no eran más que imaginaciones del protagonista, Rick (Andrew Lincoln). Así, The Walking Dead estira y engaña. Esto no es malo en sí mismo, pero es que encima, se hace sin demasiada gracia.



Tras dejarnos con la boca abierta en la presentación de Negan, el argumento de esta séptima temporada se ha alejado una y otra vez de esa trama, la principal, con episodios íntegramente situados en escenarios fuera de Alexandria, hogar de los protagonistas. Visitamos así la monarquía medieval de El Reino; el aterrador Santuario de los Salvadores; la cobarde Hilltop; o una nueva comunidad íntegramente femenina llamada Oceanside. Estas desviaciones del relato tienen un interés relativo, pero definitivamente no igualan en ningún momento la fuerza dramática de las escenas entre Negan y los personajes principales. Porque además, en esos episodios se adopta el punto de vista de secundarios como Carol (Melissa McBride) y Morgan (Lennie James); el desfigurado Dwight y hasta Tara (Alanna Masterson). Personajes que no tienen el carisma de los más reconocibles -y mejor dibujados- Rick, Daryl (Norman Reedus), Michonne (Danai Gurira) o incluso Maggie (Lauren Cohan). El resultado es una temporada irregular en la que se alternan entregas interesantes -Service- con otras más bien soporíferas como SwearHostile and Calamities o incluso Say YesSe puede decir que The Walking Dead se muere de éxito: el gran carisma de Negan hace que todas las demás situaciones palidezcan en comparación.




Lo que no quiere decir que la temporada haya carecido de buenos momentos e ideas -extraídos del cómic original, muchos de ellos- como la imagen del rey Ezekiel (Khary Payton) y su tigre; el humillante trasfondo de la historia de Dwight; los zombies que salen de la arena en Swear o los que emergen de un buque hundido en Something they Needla escena macarra en la que Rick y Michonne despedazan muertos vivientes con un cable que conecta sus coches en Rock in the Roadla criatura acorazada con pinchos de New Best Friendsla artimaña post-11S de Richard (Karl Makinen) para forzar el enfrentamiento con los Salvadores de Bury Me HereLamentablemente, creo que los aciertos no superan a los fallos. Como la incoherente escapada romántica de Say Yes; el cansino aislamiento de Carol; el casi olvidado embarazo de Maggie; las misiones suicidas de Carl (Chandler Riggs), Jesus (Tom Payne), Sasha (Sonequa Martin-Green) y Rosita (Christian Serratos) que predeciblemente fracasan; y sobre todo, la fallida evolución de Rick, que se vuelve un cobarde ante Negan y luego decide luchar de nuevo sin que nada justifique convincentemente sus cambios de actitud. El season finale -en el que normalmente la serie eleva el nivel para enganchar- nos deja un episodio entretenido, sin duda, pero decepcionante. El argumento acumula giros en la acción para sorprendernos, pero también incluye flashbacks que ralentizan el ritmo. Se cumple la regla de la muerte de un personaje -más o menos- importante, pero, en definitiva, se retoma la dinámica de la primera entrega: el clímax vuelve a poner a los héroes a merced de Lucille y Negan. Entonces aparece un antiguo cliché cinematográfico: la caballería salvadora, el Halcón Milenario que aparece de la nada, un Deus ex Machina en forma de tigre que seguramente dará mucho que hablar en las redes.