Una de las cosas más difíciles de justificar en una película de casas embrujadas es por qué los protagonistas no salen huyendo de una vivienda en la que se escuchan ruidos extraños o sangran las paredes. En Housebound encuentran una excusa más o menos original: Kylie (Morgana O´Reilly) es una delincuente condenada al arresto domiciliario. Una pulsera electrónica en su tobillo hará saltar una alarma si decide alejarse demasiado de una casa en la que enseguida comienzan a pasar cosas raras. Pero la peor pesadilla de Kylie es, sin embargo, tener que volver a convivir con su madre, Miriam (Rima Te Wiata).
Ópera prima del neozelandés Gerard Johnstone -que recuerda un poco al primer Peter Jackson- Housebound es una comedia "de sustos" que arranca de una forma muy interesante: parece empeñada en sabotear todos los mecanismos clásicos de una película de terror: si una puerta rechina sin motivo, la protagonista ¡La desmonta! No conviene desvelar mucho más de un film que, sobre todo, entretiene. Su principal virtud es un ritmo frenético que se apoya en una -muy- ruidosa banda sonora. Se deja ver.
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