THE RETURN (18 DE FEBRERO)
Este episodio se titula El regreso -en un alarde de ingenio de los guionistas- porque supone la vuelta de Oliver Queen (Stephen Amell) a la isla en la que se convirtió en Arrow; el retorno del mismo Oliver, en un flashback, a Starling City; y por último la reaparición del mayor enemigo del protagonista hasta ahora: Slade Wilson (Manu Bennett).
Mejor conocido en los cómics como Deathstroke, Slade Wilson fue creado en 1980 por Marv Wolfman y George Pérez en Los Jóvenes Titanes, un grupo formado por los sidekicks de los héroes adultos: Robin, Kid-Flash y Wonder Girl entre otros. Curiosamente, el personaje era conocido originalmente como The Terminator, hasta que 4 años más tarde apareció la película de James Cameron. Deathstroke se convirtió con el tiempo en uno de los villanos más carismáticos de la editorial DC Comics y ha protagonizado incluso su propia colección. En la serie, la verdad, es que no se hace honor al personaje. Pero tampoco al propio Green Arrow.
Volviendo a la serie, este capítulo se divide en dos tramas. En la primera, la actual, Oliver y Thea (Willa Holland) se enfrentan a la amenaza de Slade Wilson en la isla. Como suele ocurrir en Arrow, la idea es buena, pero la ejecución no tanto. La liberación de Wilson de su prisión no consigue transmitir satisfactoriamente una sensación de amenaza para los protagonistas. Pensándolo bien, el problema es que me resulta más simpático Slade Wilson que Oliver y Thea. Pero seamos positivos: al menos Thea descubre -por fin- que ella es la asesina de Sara Lance (Caity Lotz). Otra trama lastre que nos quitamos de encima. Eso sí: no esperéis que la noticia tenga un impacto emocional en el personaje de Thea o que la haga cambiar mínimamente. Esto no es Breaking Bad.
La segunda trama del episodio pertenece a esos flashbacks que nos han ido contando el pasado de Oliver durante toda la serie. No me preguntéis para qué. El héroe vuelve a Starling City y eso nos da la oportunidad de ver a todos los protagonistas -algunos ya muertos- con pelucas estrafalarias que supuestamente les hacen parecer más jóvenes. La peor de todas las pelucas la lleva el propio Amell, que debe estar deseando tanto como yo que esta subtrama paralela llegue a su fin de una vez por todas.
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