Cub, primera película del belga Jonas Govaerts, se vale de la estructura clásica del slasher -el referente es Viernes 13 (Steve Miner, 1980) con su campamento juvenil y sus historias a la luz de una fogata- para crear un relato que indaga -quizás de manera superficial- en el abuso de poder que parece intrínseco a nuestra sociedad.
Hay un referente anterior, Defensa (John Boorman, 1972), en la que la civilización se enfrenta a la barbarie de la naturaleza. Individuos procedentes de un orden primitivo -paletos- se enfrentan a urbanitas: es también una de las lecturas de La Matanza de Texas (Tobe Hooper, 1974). En Cub, un grupo de boyscouts representa la civilización. La elección es más que pertinente ya que estos grupos infantiles "juegan" precisamente a sobrevivir en la naturaleza. Pero más importante es la utilización que hace Govaerts de los scouts y de sus jerarquías casi militares, que se prestan fácilmente al abuso de poder. El protagonista, Sam (Maurice Luitjen), es un niño con pasado traumático que ha sido acogido en un grupo scout -los cachorros- en el que lejos de integrarse, se convierte en un marginado.
-AVISO SPOILERS-
Por eso resulta lógico que Sam vea en el niño salvaje Kai (Gill Eeckelaert) su propio lado oscuro. Sam se siente identificado con él y acaba ocupando su lugar como asesino aprendiz de ese misterioso psycho killer que parece una versión muda del Mick Taylor (John Jarratt) de la australiana Wolf Creek (Greg McLean, 2005). Si bien el tema del abuso de poder -presente en toda la película- es interesante y original, como slasher el body count de Cub se queda algo corto. Tampoco ayuda que los asesinatos típicos de una película de este subgénero hayan sido sustituidos por -inverosímiles- trampas en el bosque.
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