THE WALKING DEAD -TEMPORADA 6- NO WAY OUT


NO WAY OUT (14 DE FEBRERO DE 2016) -AVISO SPOILERS-

El prólogo de la reanudación de la sexta temporada de The Walking Dead es una estupenda secuencia cargada de tensión, en la que el antiguo mago de los FX, Greg Nicotero, demuestra sus progresos como director. Daryl (Norman Reedus), Sasha (Sonequa Martin-Green) y Abraham (Michael Cudlitz) conducen un camión cisterna para volver a Alexandria cuando se topan con un grupo de moteros desconocidos. Las intenciones de cualquier extraño en esta serie producen una sensación de peligro, pero aquí el actor Christopher Berry consigue una soberbia interpretación que resulta tremendamente inquietante. Es una pena que hayan decidido matar rápidamente a su personaje con una explosión. Nos sorprenden, sí, pero queda claro que la escena no era más que un mecanismo argumental para introducir el nombre del nuevo -y temible- gran antagonista: Negan.


The Walking Dead funciona mejor cuando no tiene historia. Los zombies son una herramienta argumental  que mueve a los personajes del punto A al punto B. Con la tensión añadida de que sus vidas están peligro. En este Sin salida, Rick (Andrew Licoln), Jessie (Alexandra Beckenridge), Michonne (Danai Gurira), Carl (Chandler Riggs), Ron (Austin Abrams) y Sam (Major Dodson) tienen que moverse entre los muertos vivientes con sus ropas impregnadas de vísceras para pasar desapercibidos. El padre Gabriel (Seth Gilliam) debe llegar a la iglesia con la pequeña Judith. Rosita (Christian Serratos), Eugene (Josh McDermitt), Carol (Melissa McBride) y Morgan (Lennie James) están atrapados en una casa, con estos últimos enfrentados. Denise (Merritt Wever) es mantenida como rehén por el peligroso Alpha Wolf (Benedict Samuel) que amenaza con matarla, aunque acaba salvando su vida. Glenn (Steven Yeun) y Enid (Katelyn Nacon) se refugian en una iglesia: aquí ocurren los momentos más introspectivos del episodio, por las dudas existenciales de ella. La iglesia, además, propicia los típicos mensajes sobre la fe de esta serie. Por último, Maggie (Lauren Cohan) está atrapada en un puesto de vigilancia. Son situaciones límite en las que no hay nada qué pensar: se trata de sobrevivir y punto.



Al caer la noche sobre Alexandria, Rick y su grupo continúan su marcha entre los muertos. El director Gregg Nicotero consigue aquí uno de los momentos más intensos de toda la serie. Hay una atmósfera de pesadilla en la secuencia, que se apoya en el hecho de que los protagonistas caminan lentamente entre los zombies para pasar desapercibidos. Incluso cuando los monstruos comienzan a devorar a personajes tan importantes como Jessie -que intentaba salvar a su hijo Sam- nadie corre, ni grita. Todo ocurre como en cámara lenta. Carl es gravemente herido -como en el cómic original- y Rick tarda en reaccionar, abrumado por la posible pérdida de su hijo. La escena es de un nihilismo difícil de soportar.

Denise intenta curar a Carl, lo que marca el final de su evolución como personaje, al menos en lo que se refiere a superar sus miedos. La machada de Rick, que sale a matar él solo a todos los zombies, solo se puede definir como badass. Casi como en el videojuego Dead Rising (Capcom, 2006). Incluso el cobarde padre Gabriel, cansado de rezar, sale a luchar, como el mensaje que lee Enid en la iglesia: la fe se demuestra con actos. La aparición -como la caballería- de Sasha y Abraham con metralletas para salvar de una muerte segura a Glenn tiene también una lectura religiosa: es un milagro. Las imágenes siguientes son de catarsis: los personajes destrozando zombies mientras estos se echan al fuego atraídos como polillas. Tras la masacre, Rick recupera la fe en la idea de una comunidad, del trabajo en grupo, de la civilización. Un "nuevo mundo" para su hijo Carl. Probablemente el mejor episodio de la serie.

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