Siendo Girls una de mis ficciones preferidas, siempre me ha parecido raro encontrarme tan solo. Vale que es muy fácil odiarla. Es verdad que parece una serie "de moda" adorada por hipsters -en esta quinta temporada hay una pequeña subtrama dedicada a ellos-. También es cierto que cada capítulo contiene los clichés -y los temas musicales- de una película indie. Pero hay que ser honestos: nos gustan esos clichés ¿O no? Girls también puede parecer la versión milennial de Sexo en Nueva York (1998-2004) -serie más que defendible en su contexto histórico televisivo- pero hay una gran diferencia: mientras Carrie Bradshaw y compañía buscaban nuestra complicidad y acababan siendo irritantes; Hannah Horvath y sus amigas quieren caer mal y se ganan nuestro cariño. Al menos el mío. La estrategia no es diferente a la de gran parte de la ficción actual: protagonistas antipáticos. Tony Soprano, Gregory House, Don Draper y Walter White son prácticamente villanos. Hannah, Jessa, Marnie y Shoshanna son infantiles, malcriadas y egoístas. Pero la antipatía que sentimos hacia ellas tiene un sentido -hacerlas reales e interesantes-. Nada que ver con la falsa profundidad que busca Homeland con el desequilibrio de Carrie Mathison; ni la maldad cartoon de Francis Underwood para el culebrón que es House of Cards. En Girls, si Hannah te cae fatal, es porque así lo quiere su creadora, Lena Dunham. Y si sus recurrentes desnudos te escandalizan, tienes un problema.
Pero hay más. La ficción creada por Lena Dunham -carismática y polémica- y producida por Judd Apatow, atesora ideas que merecen una aproximación más profunda. Girls mola porque sus guiones son muy buenos. No se basan en el esquema básico de acción-reacción. No es una serie vulnerable al spoiler en la que importe demasiado si Hannah deja a su novio o se enrolla con otro. Las historias de esta serie tratan sobre estados de ánimo relacionados con preocupaciones humanas contemporáneas: insatisfacción existencial, soledad, desamor, incomunicación, todo ello en un contexto occidental y en el primer mundo. Sí, somos pijos viendo una serie sobre personas privilegiadas que viven en Manhattan. No nos engañemos. Pero sus guiones tiene varios niveles de lectura que, si nos fijamos bien, revelan preocupaciones diferentes a la búsqueda del gag perfecto como, por ejemplo, esa serie clásica sobre otros neoyorquinos pijos: Friends (1994-2004).
Quiero poner como caso de estudio un episodio de esta quinta temporada -algún spoiler habrá a partir de ahora-. En Homeward Bound, las protagonistas se muestran más insoportables que nunca. Como suele ocurrir en la serie, nos meten de lleno en una situación ya en desarrollo: Hannah abandona a su novio nada más comenzar un viaje de verano en autocaravana. Hannah hace esto de una forma infantil: sale corriendo en pijamas cuando paran en una gasolinera. Objetivamente, la imagen es cómica, pero los sentimientos de Fran (Jake Lacy) son serios. Entendemos su enfado. La actitud de Hannah es simplemente idiota. Pero hay mucho humor negro en la salida de tono de ella: porque Fran es un buenazo, un soso y la idea de compartir unas vacaciones con él en autocaravana también nos parece una pesadilla. Fran es el novio "perfecto" cuya irritante madurez esconde un profundo desprecio hacia su pareja, a la que juzga constantemente. Seguro que conocéis a alguien así. Pero hay más. La actitud infantil y antipática de Hannah es también una rebelión femenina -no quiero decir "feminista"- ante una fantasía masculina. Es él el que quiere lanzarse a la carretera en autocaravana, no ella. Pero una negativa madura y razonada de Hannah no habría sido cómica ¿O no?.
La siguiente escena del episodio vuelve a apuntar en esta dirección. Hannah se ha quedado tirada en medio de la nada en pijamas y pide ayuda a su amigo Ray (Alex Karpovsky). Este acude a recogerla en un food truck que es su futuro negocio y que lleva su cara pintada en un costado. Cuando inician el camino de vuelta, Hannah decide recompensar a Ray haciéndole una mamada. Esto le distrae del volante, por lo que acaban sufriendo un aparatoso accidente. La escena podría pertenecer a Loca academia de policía (1984), pero yo creo que, además, esconde un par de dardos envenenados. El primero es reducir a Ray -el más maduro y centrado de esta serie- a la categoría de "hombre": ninguno podríamos resistir tal ofrecimiento. Nadie dice que no a una mamada. Pero además, Hannah está desactivando, otra vez, fantasías masculinas: la felación acaba mal y el negocio soñado de Ray termina en la cuneta.
El episodio en cuestión presenta, además, situaciones similares para el resto de sus personajes. Jessa (Jemima Kirke) se comporta también de forma estúpida y odiosa ante otra fantasía masculina, la de su novio Adam (Adam Driver), que espera que ella, como mujer, se comporte como una "madre" cuando se ven obligados a hacerse cargo de la sobrina de él (su hermana se ha fugado tras confesar algo tan doloroso y serio como una fuerte depresión postparto). Las reacciones de Jessa ante los vómitos de la bebé pueden ser graciosas, pero la hacen antipática. Y también son una forma de rebelarse ante un papel impuesto socialmente a la mujer. ¿Por qué todas tienen que tener un "instinto maternal"?. Volviendo a Hannah, esta comete un último acto de imbecilidad al hacer autoestop con un desconocido. El conductor, un hombre llamado Héctor (Guillermo Díaz), personifica el lado más oscuro de cualquier hombre: el que puede hacerle daño a una mujer. El miedo de Hannah está expresado de una forma humorística, aunque el asunto sea muy serio. En el giro final del episodio, descubrimos que Héctor huye de una situación de maltrato -se invierten los roles, es decir, los hombres también podemos ser víctimas- y Hannah se identifica con él. Sobre todo porque ella también está dispuesta a empezar de nuevo. ¿Y tú? ¿Qué estás esperando para empezar a ver Girls?
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