La fe y las alianzas para lograr un objetivo -el poder- son dos de los temas recurrentes de Hijos de la Arpía. Hay también en cada una de las historias que componen este capítulo, un relato dentro del relato. Un personaje que cuenta algo a otro. Además, hay que decir que éste es un episodio que el seguidor de Juego de Tronos debe agredecer ya que, por una vez, no nos apabullan con tantas tramas y personajes. Resulta refrescante que alguna de las historias que se desarrollan "respire" un poco para variar.
Empezamos con Tyrion Lannister (Peter Dinklage), que ha sido secuestrado por Jorah Mormont (Iain Glen). Ambos navegan al encuentro con Daenerys Targaryen (Emilia Clarke). La verdad es que el diálogo que mantienen en el bote es meramente expositivo. Tyrion deduce la traición de Jorah y se la echa en cara, se la cuenta como una historia a Jorah. Esta es una forma de decirnos que el mediano es muy inteligente, pero también de recordarnos quién es su secuestrador. Esta inevitable necesidad de explicar casi todo lo que ocurre, para que el espectador no se pierda, es uno de los lastres de la serie.
Mientras tanto, Daenerys escucha -hay mucho diálogo en cada capítulo- a Barristan Selmy (Ian McElhinney), que le cuenta una historia sobre Rhaegar. Este es el hermano mayor de la madre de dragones, que fue asesinado y cuyo crimen es el pecado original de Juego de Tronos. El relato de Barristan busca ayudar a Daenerys con su problema, una vez más, su incapacidad para controlar los pueblos que ha "liberado". Su gran oponente es esa especie de resistencia -parecida a un culto- que se hace llamar los Hijos de la Arpía. Eso sí, la conversación que vemos entre la reina y Barristan sirve, creo yo, para recordarnos que el segundo personaje existe, justo antes de su muerte. Es verdad que la batalla entre los Inmaculados y los Hijos de la Arpía es preferible a tanto diálogo. Es cierto que la muerte de Barristan resulta épica: cae "con las botas puestas". Pero seamos sinceros: este personaje no nos importa. Gusano Gris (Jacob Anderson) en cambio, sí ha gozado de un desarrollo que nos hace temer su -posible- pérdida.
Jaime Lannister (Nikolaj Coster-Waldau) navega con su aliado Bronn (Jerome Flynn) para salvar a su sobrina, en realidad hija, Myrcella. Es curioso que esta subtrama avanza más bien poco en términos de acciones y prefiere detenerse en una conversación sobre la muerte y las creencias de ambos personajes, expresadas, de nuevo, en pequeños relatos. La cosa acaba con una pequeña escaramuza con los soldados de Dorne.
En Desembarco del Rey, Cersei Lannister (Lena Heady) traba una alianza que le confiere autoridad al Gorrión Supremo (Jonathan Pryce) en lo que es una evolución lógica en Juego de Tronos: por primero vez se utiliza la religión como instrumento del poder. Cersei utiliza a esta orden religiosa para vengarse de la reina Margaery Tyrell (Natalie Dormer) capturando a su hermano, Loras Tyrell (Finn Jones) aprovechando que los gorriones condenan la homosexualidad. El hijo de Cersei, Tommen Baratheon (Dean-Charles Chapman), espoleado por esa Lady Macbeth que es su mujer, intenta solucionar el conflicto: pero descubre que su poder político no es suficiente contra la nueva fe.
En el Castillo Negro, Stannis Baratheon (Stephen Dillane) insiste en una alianza con Jon Nieve (Kit Harington). El poder de Stannis se apoya en la fe de su amante, la bruja Melisandre (Carice van Houten). Ésta intenta utilizar su atractivo sexual para conseguir la ayuda de Jon. No me preguntéis por qué, pero no funciona. Sin dejar el Castillo Negro, vemos a Stannis acercarse a su hija, Shireen Baratheon (Kerry Ingram). Éste le cuenta la historia de cómo le salvó la vida a pesar de su enfermedad, en una atípica escena de amor y calidez, cuando todo suele ser manipulación y crueldad en Juego de Tronos.
Por último, vemos a Sansa Stark (Sophie Turner) en Invernalia, encendiendo velas a los muertos, demostrando su fe en los espíritus. Petyr "Meñique" Baelish (Aidan Gillen) es más práctico y solo recuerda a los muertos para evitar sus errores pasados. También cuenta a Petyr una historia, sobre Lyanna (pariente de Sansa) y -otra vez- sobre Rhaegar. Pero Meñique y Sansa interpretan de forma diferente el relato. Para el primero la moraleja es que Rhaegar eligió el amor y empezó una guerra; para la segunda, Rhaegar raptó y violó a su tía. Petyr anuncia a Sansa su marcha a Desembarco del Rey, revelando su apuesta por Stannis Baratheon en la lucha por el poder. Pero antes le dice a Sansa que si manipula a su futuro marido, el Norte será suyo. Una alianza y una muestra de fe en su pupila.
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