PERSON TO PERSON (17 DE MAYO DE 2015) -AVISO SPOILERS-
Si David Chase hubiese
querido decirnos que Tony muere al final de Los Soprano, el último plano de la serie habría sido uno de su
familia en un cementerio. Si hubiese querido decirnos que Tony (James
Gandolfini) vivirá feliz el resto de su vida, probablemente le habríamos visto
alejarse de la mano de su familia. Pero David Chase decidió acabar una de las
mejores series nunca hechas con un primer plano de Tony y luego un corte a "negro".
Un corte brusco a un plano vacío y en silencio. Después, los créditos. El
significado de ese plano nos tiene discutiendo desde el año 2007. Para mí, ese
plano en negro y en silencio es la nada. Y la nada es la muerte. Pero vosotros
podéis interpretar lo que queráis.
Matthew Wiener, que fue
guionista y productor ejecutivo de Los
Soprano (1999-2007), decide acabar su propia serie –Mad Men (2007-2015)- con otro primer plano de su protagonista, Don
Draper (Jon Hamm), seguido de otra imagen que probablemente nos tendrá
discutiendo durante años. Pero esta vez no se trata de un “negro” sino de un
anuncio de Coca-Cola de 1969 ¿Qué significa esto?
Recapitulemos. Durante
los últimos siete episodios hemos visto a Don Draper perderlo todo: su familia,
su matrimonio, sus muebles, su piso y su agencia de publicidad. Tras
estas pérdidas, el propio Draper comienza a deshacerse de todo: de su trabajo
en McCann Erickson, de su coche y hasta de su identidad: su “pariente”,
Stephanie (Caity Lotz) le llama “Dick”, su verdadero nombre. Don es rico, pero
cada persona que conoce durante su viaje al oeste le pide, le quita, le roba un
poco de dinero. Este proceso podría estar relacionado con la “gran renuncia” de
Buda, que, deprimido por la realidad de la vida, decidió abandonar su palacio y
llevar la vida de un asceta. No por casualidad, en el mencionado plano final, Don Draper
practica la meditación y tiene una enigmática sonrisa. Lo que no sabemos
es si sonríe tras alcanzar la iluminación, o porque se le ha ocurrido la idea del
anuncio de Coca-Cola más famoso de la época. Lo cierto es que dicho spot fue producido realmente por Mcann
Erickson, por lo que cuesta muy poco imaginar que Don volvió a Nueva York –Peggy Olson
(Elizabeth Moss) le ha asegurado antes que le perdonarían todo- para triunfar
de nuevo en publicidad. Los malvados guionistas de esta serie, además, se han
esmerado en plantar pistas sobre Coca-Cola en episodios anteriores: cuando el
presidente de McCann le ofrece la cuenta a Don; o cuando el veterano
del motel en el que se hospeda Draper le pide que arregle una máquina expendedora
del famoso refresco. ¿Podría Don Draper haber estado rumiando una idea genial
todo este tiempo?
Pero todo eso no son más que teorías. Objetivamente, lo que
nos ofrece Mad Men es un final feliz
para cada uno de sus personajes. Un final que, curiosamente, todos y cada uno
de ellos le debe a Don Draper. La depresión del protagonista es precisamente
causada porque éste siente que su familia y amigos se han olvidado de él. “Nadie
se despide” dice amargamente Don. Sus sentimientos son expresados verbalmente
por otro personaje que participa en una terapia de grupo. Un hombre gris e
insignificante que confiesa que no llama la atención y que su propia familia le
ignora. Para explicarse, utiliza una metáfora sobre un producto indeterminado en
una nevera que se parece mucho a uno de esos discursos emocionales que ha
utilizado Draper durante la serie para vender sus ideas a los clientes. Cuando
Don abraza llorando a este hombre, Leonard (Evan Arnold), quiere decirle que él
se siente igual, a pesar de ser guapo, exitoso y rico.
El final de Mad Men es sorprendente, pero al mismo
tiempo lógico, verosímil y hasta realista. Hemos visto a Betty (January Jones)
fumar sin parar. Ahora parece inevitable que tenga cáncer de pulmón. Joan
(Christina Hendricks) da un giro que no esperábamos justo al final, pero es
coherente con su personaje el que no quiera resignarse a ser la mujer de Richard
(Bruce Greenwood). El propio Roger Sterling (John Slattery) se sorprende de que
nadie se sorprenda de sus planes para casarse con la madre de Megan (Jessica
Paré) interpretada por Julia Ormond. En la mejor escena del episodio, Stan
Rizzo (Jay R. Ferguson) le declara su amor a Peggy. Ella, sorprendida –y demostrando
que es una actriz genial- descubre que también está enamorada de él. Esto puede
parecer forzado, pero si nos remitimos a los hechos descubriremos que ambos
personajes siempre han estado juntos, que sus respectivas parejas no han
funcionado y que ya se habían besado alguna vez. La escena es preciosa,
sorprendente, pero coherente. Por último, Don Draper es un hombre que ha tenido
todo lo que el mundo material puede ofrecer. Es lógico que busque consuelo en
el mundo espiritual. Pero también sería más que razonable que volviese a la publicidad con
una gran idea. Igual que la –posible- muerte de Tony Soprano fue hasta cierto
punto inesperada, pero ¿qué otro final podía haber tenido un peligroso gánster?
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